viernes, 10 de octubre de 2008

Control de Lectura 10: Reseñas 1 y 2


Nuestros invitados son: Jesús Martín-Barbero y Germán Rey

Reseña 1

MARTIN-BARBERO, Jesús, 2001. “El libro y los medios, crítica de la razón dualista” en Educación desde la Comunicación, Editorial Norma, pp. 45-77.

En este capítulo Martín-Barbero expone sus ideas respecto a lo que hemos visto con otros autores durante el módulo, si bien sus aportaciones apuntan hacia el vasto territorio de la cultura, las tecnologías (en las que incluye a los medios), y a su relación con la educación.
Jesús Martín-Barbero reconoce la deuda que tiene con Margaret Mead, pues fue ella quien anunció este quiebre generacional que puede ubicarse a partir de las dos últimas décadas del siglo pasado. Es lo que se atisba como un cambio de época, y puede describirse como “una experiencia que no cabe en la linealidad de la palabra impresa”.
El autor hace referencia a pensadores como Adorno y Horkheimer, y académicos como Sartori y Negroponte que han hecho la crítica a los medios para exaltar o desvalorizar la nueva cultura audiovisual, a partir de la tradición alfabética. Los ataques de los intelectuales y la academia en América Latina han recaído, particularmente, sobre la televisión. En grados extremos se ha llegado a decir que es perjudicial para la salud pública. Y a esta idea, como expone Martín-Barbero, se contrapone el papel del libro en la creación de la cultura Occidental. La Biblia es precisamente un libro, y es el fundamento de la cultura y la religión judeo-cristiana, y el Corán es, por su parte, el libro de la otra civilización que ha vivido en conflicto y simbiosis permanente con la primera.
Esta tradición que nos viene de libros míticos y de instituciones también míticas como la biblioteca de Alejandría, que pasa por los textos clásicos de la antigüedad greco-latina, y que a partir del invento de la imprenta hace de su producto, el libro, el medio por excelencia para la exposición, difusión y conservación del pensamiento. Nadie puede negar que el libro en sí es una de las maravillas que el hombre ha inventado, lo que está ya en duda es su papel como medio único para contener y hacer llegar el conocimiento y la información a las escuelas y los alumnos en los inicios del siglo XXI.
Para el caso de México que a principios del siglo pasado era un pueblo analfabeto (90% de una población de 17 millones), fue Vasconcelos quien promovió una amplia producción de textos, la construcción de escuelas y bibliotecas públicas. Su secretario, Jaime Torres Bodet, después él también ministro de educación, impulso la campaña de alfabetización (1948) y en su segundo periodo al frente de la SEP (1958-1964), creo la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg, 1958). Sólo durante el periodo de Vicente Fox se distribuyeron la cantidad de 1,834 millones de libros para la educación básica (no hay error, esa es la cifra).(1) El próximo año la Conaliteg cumplirá 50 años, y el libro de texto como tal ha sido revisado y mejorado en varios aspectos, pero continúa siendo básicamente la única fuente de información y de formación escolar. Vale la pena recordar los objetivos que, anacrónicamente, sigue persiguiendo el libro de texto:
"Desarrollar a los educandos y capacitarlos para la vida práctica, fomentar la conciencia de solidaridad y las virtudes cívicas y, muy principalmente, inculcarles el amor a la patria, alimentado con el conocimiento cabal de los grandes hechos históricos que han dado fundamento a la evolución democrática de nuestro país."(2)
Como vemos, estos objetivos parecen sacados de alguna vitrina en la que se guardan antiguas medallas y viejos diplomas otorgados a personas ya desaparecidas. Y esta es la tuerca que aprieta Jesús Martín-Barbero. No sólo es la insuficiencia del libro como el recurso didáctico básico en la educación, sino el desbordamiento que las tecnologías han venido haciendo desde hace más de 50 años, cuando surgió la televisión comercial mexicana (1950). Dice el autor:
“Pues nos encante o nos de asco, la televisión constituye hoy a la vez el más sofisticado dispositivo de moldeamiento y deformación de los gustos populares y una de las mediaciones históricas más expresivas de la matrices narrativas, gestuales, escenográficas del mundo cultural popular, entendiendo por éste no las tradiciones específicas de un pueblo sino la hibridación de ciertas formas de enunciación, ciertos saberes narrativos, cierto géneros novelescos y dramáticos de las culturas de Occidentes y de las mestizas culturas de nuestros países” (p. 50).
Sin embargo, y Martín-Barbero lo reconoce, el libro no va a desaparecer y mucho menos lo que llama la “primera alfabetización ­–la que abre al mundo la escritura fonética, en lugar de encerrarse sobre la cultura letrada”, para dar paso a una segunda alfabetización “aquella que nos abre a las múltiples escrituras que hoy conforman el mundo del audiovisual y del texto electrónico” (p. 52). En este sentido, la lectura de textos audiovisuales e hipertextuales son condición indispensable “de la vigencia y el futuro de los libros –sólo si los libros nos ayudan a orientarnos en el mundo de las imágenes, el tráfico de las imágenes nos hará sentir la necesidad de leer libros– y parte de un derecho fundamental, el derecho a participar crítica y creativamente en la comunicación ciudadana” (pp. 58-59).
Pese a que soy bibliófilo, debo reconocer las verdades que señala Martín-Barbero. Una muy importante es la exclusión social, política y cultural que ha representado para grandes masas. ¿Preguntémonos cuál ha sido la valoración del México rural sobre los papeles (de ahí la vieja expresión: “papelito habla”), de la alta cultura sobre la cultura popular, de la clase letrada con el libro como objeto de reverencia, sobre la “devoción” por las imágenes del populacho, del México mestizo sobre el México profundo (G. Bonfil Batalla, 1987)?

Reseña 2

MARTIN-BARBERO, Jesús y REY, Germán (Capítulos 2, 3, 4 y 5) en Los Ejercicios del Ver, Gedisa, 1999. (pp. 20-48).

Dicen Martín-Barbero y Rey que hay un malestar, un desorden cultural, evocando el texto de Freud (El malestar en la cultura, 1929). Al des-orden cultural, social, sigue una pesadilla que nos acompaña. No se puede dormir, ni descansar. Los canales de televisión (TV) son una continua transmisión de datos e imágenes. Hay una constante, un flujo que globaliza y comprime, una fragmentación que disloca y descentra: “en ese proceso el protagonismo de las tecnologías –antes llamadas medios– es cada día mayor” (p. 21).
Por lo mismo, se producen situaciones desconcertantes: frente a la opulencia comunicacional está el debilitamiento de lo público y el repliegue hacia lo privado; frente a la existencia de grandes volúmenes de información existe una escuela aferrada a una tradición educativa ya obsoleta; frente a la multiplicación de las imágenes está el empobrecimiento de la experiencia; frente a la proliferación infinita de signos hay un gran déficit simbólico. Así el desorden en la cultural que introduce la experiencia audiovisual “atenta hondamente contra el tipo de representación y de saber en que estuvo basada la autoridad” (p. 23).
En el principio fue el cine el que logró conectar las nuevas experiencias culturales de las nacientes sociedades urbanas. Sin embargo, el cine muy pronto fue domesticado por la industria hollywoodense “que expandió su gramática narrativa y mercantil al mundo entero” (p. 22). Por fortuna, los jóvenes directores europeos de los años sesenta recuperarían el cine para el arte, y éste se distanciaría de la televisión (TV).
Por esos mismos años la TV hacía su entrada a nivel mundial, y como señalan Martín-Barbero y Rey, vendría a desordenar la idea y los límites de la cultura: “sus tajantes separaciones entre realidad y ficción, entre vanguardia y kitsh, entre espacio de ocio y de trabajo” (p. 24). Aquí se inicia lo que el autor llama el “culto al presente” y es tarea de los medios en su conjunto la fabricación de ese presente. Pero también se da, por otra parte, la ausencia de futuro que nos instala en un presente continuo “en una secuencia de acontecimientos que no alcanza a cristalizar en duración”. La TV es hoy día el equivalente de todos “los discursos –información, drama, publicidad, o ciencia, pornografía, datos financieros–, la interpenetrabilidad de todos los géneros y la transformación de lo efímero en clave de producción y en propuesta de goce estético” (p. 26).
Los autores sostienen que es en la TV donde se hace patente la contradicción de la modernidad en América Latina. Si bien la radio, el cine y la prensa han jugado y juegan un papel importante en términos sociales, la primera y el segundo por acompañar el tránsito de las culturas rurales hacia la nueva cultura urbana, y la tercera como espacio de opinión decisiva de los sectores dirigentes. La TV como mediación social está siendo interpelada constantemente por demandas sociales y culturales que la gente le hace a la propia TV. Sin embargo, los autores señalan la “secreta complicidad de entre medios y poder” (p. 29).
Las habitantes de las grandes ciudades latinoamericanas (Buenos Aires, Sao Paulo, Río, Santiago, Santa Fe, México, Tijuana, Ciudad Juárez) han perdido el sentido de pertenencia pues la racionalidad formal y comercial ha ido acabando con “los referentes en que se apoyaba la memoria colectiva”. Por el contrario, muchos de los referentes de la nueva cultura audiovisual por los que las audiencias están mediadas, son comunes a todos ellos pues tienen su base en la cultura planetaria, en la que las culturas nacionales se diluyen y erosionan.
Estas mayorías se están incorporando a la modernidad sin mengua alguna de su cultura oral, experiencia cultural primaria, que viene acompañada de una “oralidad secundaria” aquella que “tejen y organizan las gramáticas tecnoperceptivas de la radio y el cine, del video y la televisión” (p. 34). Además, las nuevas generaciones de sujetos están dotadas de una enorme facilidad para los lenguajes del video y la computadora, esto es “para entrar y manejarse en la complejidad de las redes informáticas” (p. 35). Los jóvenes dan cabida a diversas expresiones, sentires, saberes y relatos.
Pensemos en cómo se han transformado las festividades auténticamente populares y su conexión con los relatos y géneros que desde los medios, como el caso de la virgen de Guadalupe, al que recurre Martín-Barbero. La vasta movilización de personas que se sumen en sus tradiciones más profundas, tiene su correspondiente relato en ambas televisoras las cuales no sólo aspiran a atraer al mayor rating, sino que también rivalizan por el formato y por las “personalidades” que participarán en las “mañanitas guadalupanas”, a la “Emperatriz de América”, la “Virgen Morena”, la “Madre de todos los mexicanos”.
Finalmente, Martín-Barbero y Rey plantean que son la escuela y la familia dos de los ámbitos en los que se ha producido un des-centramiento producido por la TV. Mientras que en esos ámbitos de distingue entre lecturas para niños y adolescentes, es decir, se establecen ciertos criterios de edad para determinados conocimientos, la TV es mucho más democrática y reúne a niños y adultos en programas de todo tipo. De ahí que las buenas conciencias (no sé por qué pienso en Abascal) introduzcan límites morales a otro tipo de limitaciones como pueden ser las tecnológicas y mediáticas.
Lo mismo sucede con la escuela, mientras los profesores y directivos intentan seguir al pie de la letra el currículo, las lecturas, los planes y programas educativos, los niños y adolescentes cada vez se aburren más con un lenguaje que ya no es el centro del discurso y del entorno en el que viven.
La pregunta que dede uno hacerse es la siguiente: ¿cómo podrá la escuela insertarse en los procesos de cambio que hoy vive la sociedad: “desterritorialización/relocalización de las identidades, las hibridaciones de la ciencia y el arte, de las literaturas escritas y las audiovisuales”, etcétera?
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[1] Ver: http://www.conaliteg.gob.mx/
[2] Ver: http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/efemerides/febrero/conme12.htm

viernes, 1 de agosto de 2008

Control de Lectura 9: Reseñas 1 y 2

Violetas-bugambilia

Reseña 1

FUENZALIDA, Valerio, 2005, “Evolución de la relación entre educación y televisión”, “Las expectativas educativo-situacionales de la mujer ama de casa” y “Las formas de realización y las expectativas educativas” (Capítulos 1,2 y 3) en Expectativas educativas de las audiencias televisivas, Editorial Norma. (pp. 9-79).

En el primer capítulo el autor hace un recorrido sobre de la evolución de la televisión abierta en relación con la educación en general, en el ámbito latinoamericano. Es a partir de la década de 1960, en consonancia con los procesos interescolares de enseñanza aprendizaje, que se abre una etapa de televisión pública instruccional. Recordemos que hace su aparición la llamada tecnología educativa de orientación conductista, cuya aplicación en el terreno televisivo se ajustaban a lo que Fuenzalida llama “teleclases formales”. Eran clases grabadas en las aparecía el profesor impartiendo su materia.

En el caso mexicano hasta la fecha existe ese formato en el sistema de Telesecundaria, que se complementa con programas de tipo documental o histórico, y de temas como el reino animal y/o vegetal, la ecología, etc., que tienen una relación directa con el currículo escolar. Esta etapa de la televisión coincide con una crítica feroz por parte de padres, maestros y autoridades educativas, sobre la televisión abierta, la cual, a su manera de ver, operaba en sentido contrario de los contenidos y propósitos de la escuela.

El segundo punto en la evolución de la teleeducación fue la “educación a distancia”, que partía del reconocimiento de la actividad educativa que desborda los límites físicos de la escuela, y está más acorde con la sociedad del conocimiento y de la información. En esta etapa los programas de televisión se acompañan con materiales multimedia (libros, enciclopedias electrónicas, bibliotecas digitales, etcétera), y surgen entidades especializadas en educación a distancia tanto a nivel público como privado. Finalmente se da paso a la creación de canales tecnológicos exclusivos para la teleeducación, vía satélite.

En las postrimerías del siglo XX dio inicio de una nueva etapa gracias a la red mundial. Esta etapa del “salto tecnológico” ha tenido diversas experiencias importantes a lo largo y ancho de América Latina, entre cuyos casos se encuentran países como Costa Rica, Chile, Colombia, México, Argentina y Brasil. El caso más reciente de la relación entre televisión e internet, es la puesta en línea de la primera (la TV) mediante la utilización de la red.

En el segundo capítulo Fuenzalida presenta algunos casos de estudios etnográficos del ama de casa, en su relación con la TV, en donde analiza lo que considera las “Cuatro etapas en el ciclo diario l-v (lunes a viernes)”, a saber: a) Etapa de intenso trabajo en el hogar, b) etapa de descanso postmeridiano, c) etapa de trabajo y atención a hijos, y d) etapa del prime time. Amén de las relaciones de un ser en proceso de extinción, el ama de casa, frente a la televisión, lo que nos muestran estos estudios es el arduo trabajo de las madres (solteras o no). Y aquí es importante señalar el papel de la televisión no sólo como compañía durante la realización de los quehaceres del hogar (repartidos en distintos momentos de la jornada diaria), sino de ayuda para el tratamiento y en algunos casos la solución de ciertos problemas prácticos en el hogar, la receta del día, y aquellos dirigidos a tratar aspectos para la mejor convivencia de la familia.

Como señala Fuenzalida, a estas cuatro etapas que transcurren durante el día, los productores y programadores de la televisión han ido modelando y haciendo una televisión que de alguna manera contribuye a hacer menos complicada la situación que viven las amas de casa, al menos esa es la percepción del autor. Y ello también está en estrecha vinculación con el deterioro de la vida comunitaria y por la pobreza que agobia a grandes grupos sociales en Latinoamérica durante las últimas tres décadas. Fuenzalida señala a la familia como una de las instituciones en Occidente que aún cohesionan a sus integrantes, ya por la figura del padre, pero cada vez más, por la imagen de la madre, particularmente en América Latina que tiene una enorme expulsión de mano de obra a los Estados Unidos y Canadá, a la soltería de muchas madres, a embarazos en la adolescencia, etc. Sin embargo, otros estudios señalan el desmoronamiento de la familia producto de las condiciones adversas para sus miembros (poca escolarización, violencia a su interior, drogadicción, desempleo, etc.).

A las cuatro etapas anteriores en que transcurre la vida cotidiana del ama de casa, la televisión ha poblado las pantallas de contenidos y programas destinados a cubrir esos espacios. Así están los programas matutinos y de servicios, a los que siguen programas familiares, para niños, y la telenovela vespertina; hacia la tarde-noche vienen los programas de entretenimiento familiar y, finalmente, las telenovelas del prime time, y los programas y series para adultos. Fuenzalida sostiene que la telenovela viene a satisfacer la expectativa educativa con el propósito de mejorar la calidad de vida en el hogar, a partir de la exploración de la identidad femenina. La telenovela es y ha sido un género que históricamente ha sido el preferido por los productores, los anunciantes y el público femenino. Por todos es conocido el éxito de las telenovelas mexicanas aún en países como la ex URSS y China, de la Europa central, y por supuesto, en Latinoamérica.

Otro aspecto que destaca Fuenzalida es el de los programas informativos y las técnicas que los comunicadores emplean para la elaboración del contenido o tema del relato. El autor habla de la construcción del “protagonismo” que se maneja en el “reportaje agonal”, como una “técnica formal de la estructura dramática, en donde aparece la actuación de los propios actores que buscan transformar una situación de adversidad” (p. 68). Es cierto, otros comunicadores emplean técnicas sensacionalistas, para hacer más llamativa la información y que eleven el rating del programa. El caso mexicano de “Hechos”, que conduce Javier Alatorre, es una muestra clara de ese tipo de programa noticioso que desde el tono de voz, los encuadres de cámara, el uso de imágenes crudas y de alto impacto, el hecho de autodenominarse “Fuerza informativa Azteca”, son una clara idea del tipo de periodismo televisivo que se transmite por esa televisora.

Sin embargo, existen otros canales que apuestan por contenidos y relatos más allegados a la gente común y que han ido ganando audiencias en el amplio sector de la clase media. Canales como TV España en cable, el Once de México, la Televisión Nacional de Chile, han apostado por realizar una televisión que busca entretener, informar y educar. El Once del IPN, ha logrado en las últimas dos décadas un importante avance en cuanto a la calidad de sus programas y hoy, algunos de ellos son vistos por audiencias importantes en número. Casi no hay ama de casa que no conozca a Paulino Cruz, el chef de El Rincón de los sabores, o a Miguel Conde y sus viajes culinarios por todo el país, en su programa La ruta del sabor. O niños que no conozcan El diván de Valentina. Y por supuesto a uno de los programas más antiguos de la televisión como el Aquí nos toco vivir de Cristina Pacheco, cuyos reportajes están entre lo mejor del trabajo en televisión. La pregunta que puedo plantear es si una tercera cadena de televisión en el país o si el surgimiento de canales independientes podrán hacer una televisión más competitiva, no sólo en el aspecto económico, sino en el del entretenimiento, la información, el deporte (que como sabemos está controlado por el duopolio televisivo), el arte, y particularmente en la educación.

Reseña 2

FUENZALIDA, Valerio, 2002, “Introducción” en Televisión Abierta y Audiencia en América Latina (pp. 9-20), Editorial Norma.

En la introducción a este libro podemos darnos una idea de la vasta experiencia del Valerio Fuenzalida tanto en la realización de investigaciones sobre la recepción de la audiencia televisiva, la producción de programas en una empresa de televisión pública, y su participación en la reforma que modificó a la empresa Televisión Nacional de Chile, en 1992. En esta introducción Fuenzalida se refiere a las tres grandes perspectivas de aproximación a la audiencia, que son:

1ª. La relación sociedad y medios masivos de comunicación desde el ámbito sociopolítico.
2ª. Aquella que se ubica en la gerencia comercial de los canales y su participación en la recolección de información sobre las características de la audiencia y su negociación con los avisadores, y
3ª. Los estudios de la audiencia en la gerencia de programación y producción de canales de televisión, con el propósito de observar la evolución de las propias audiencias.

El autor se centra en esta tercera perspectiva que desarrolla a lo largo de su libro. Podemos decir que la empresa para la cual trabaja es pública (TVN), por lo mismo no tiene finalidad de lucro y en las condiciones actuales de estos medios los directivos deben buscar los mecanismos y las estrategias de sustentación, sin que se conviertan en empresas similares a las televisoras privadas.

Fuenzalida parte del triángulo a los que llama “macroactores”, que son: audiencia-demandas sociales-empresa televisiva, como núcleo de una problemática que mirando de cerca las cosas tiene una serie de similitudes con otras empresas públicas de medios que existen en diversos países de América Latina, que luchan por la subsistencia y jaloneo de los fondos públicos.

Veamos las relaciones que se establecen entre estos macroactores. En primer lugar, Fuenzalida parte de la audiencia como un actor activo frente a la pantalla, por oposición a la audiencia pasiva que hemos visto en otras lecturas (Orozco, 1999, Pérez Tornero, 2000). Un segundo actor, el social, que está en constante demanda del “deber ser” de las empresas de televisión y de la audiencia. Y en tercer lugar, el actor empresarial que tiene a su cargo la empresa.

Para Fuenzalida existen tres leyes que rigen de manera interna esta relación triangular. Estas leyes son: la ley de la gratificación de la audiencia en el consumo privado del hogar; la ley del “deber ser” tanto a la audiencia como a las empresas públicas de TV; y una tercera ley, que le permita al actor-empresario su manutención. Veamos cada una de ellas.

La ley de la gratificación

El crecimiento de canales abiertos, de cable y satelitales, ha segmentado a la audiencia y ésta ha respondido con un consumo selectivo de aquellos programas y contenidos acordes a sus expectativas personales de motivación y gratificación. Aquí entra lo que el propio Fuenzalida señaló en su texto Expectativas educativas de las audiencias televisivas, muchas veces las posibilidades y limitaciones del lenguaje audiovisual van a hacer que la audiencia se acerque o se aleje de los contenidos que tiene frente a la pantalla. Pongamos el caso de los canales 11 y 22 de nuestro país. Mientras que el primero goza de una audiencia preferentemente familiar, de segmentos económicos bajos y medios, el canal 22 difunde programas para una audiencia con mayores niveles educativos y económicos, que tienen preferencia por las expresiones de la llamada alta cultura. En este sentido el 22 es un canal elitario, como señala el autor.

La ley del “deber ser”

Este es un aspecto que igualmente podemos observar en nuestro país. Existe una diversidad de grupos cuya presión sobre el “deber ser” de la audiencia y la estación de televisión, está siempre empujando a una y otro sobre la manera en que deberían conducirse y consumir los programas y contenidos televisivos. Esta es una constante que está presente en todo momento, y que se expresa en lo que la audiencia debería ser y ver, y en lo que las empresas deberían atender y producir. Como señala el autor, muchas veces las presiones vienen de la vida política pública, cuyos actores quieren ponerse por encima de los otros y así introducir, a veces de manera velada, las proclamas y posiciones políticas que están más en el orden de lo propagandístico, pero que sirven a sus propósitos. Otros grupos están conformados por los sectores académicos e intelectuales cuya petición a las empresas de televisión y a la audiencia son difíciles de llevar a cabo, pues representaría en los hechos el fin de algunas de ellas, pues recordemos que son empresas. Si nadie las ve, de qué podrían vivir.

El papel del emisor de TV abierta es, en este caso, muy complejo, pues debe moverse en una cuerda floja y negociar constantemente con los actores señalados, para poder brindar satisfacción a una sociedad cada vez más diferenciada. Como dice Fuenzalida, aquí el problema está en que muchas veces las ideas de los actores que propugnan por un “deber ser” de la empresa y de la audiencia, olvidan que el ingrediente fundamental de la producciones televisivas es el leguaje audiovisual, asunto del que muy poco conocen los grupos que ejercen dicha presión. Finalmente, la fórmula es crear programas atractivos para una audiencia general, más que programas elitistas para públicos reducidos.

Ley de la sustentación

El complejo empresarial-económico-artístico que produce la televisión de carácter público, es altamente institucionalizado. No así la diversidad de los actores en la esfera privada del hogar y en el ámbito de los actores sociales. Ahora podemos decir que sin sustento no hay viabilidad. Y esta ley de la sustentación forma parte también de las nuevas políticas para todas las empresas públicas, incluidas las universidades: se requiere la agencia de recursos para el sostenimiento de la actividad de unas y otras. Por ello no debe perderse de vista el señalamiento que hace Fuenzalida respecto del carácter industrial de la TV: “Lograr la sustentación implica poner en actuación varias capacidades –y crearlas si no están disponibles” (p. 17). Éstas se refieren a:

  • capacidad productiva, con el dominio del lenguaje televisivo: lúdico-afectivo-dramático;
  • capacidad de gestión administrativa;
  • agilidad para saberse mover en un territorio dinámico y cambiante:
  • capacidad de posicionamiento con una idea corporativa;
  • capacidad de constituirse en un actor con peso mediático y social,
  • capacidad de contactar a la audiencia; y
  • capacidad de legitimación social.

La pregunta en este caso, es cuál es la posibilidad de estos tres actores para negociar en un ambiente de equilibrio que permita a las empresas producir programas atractivos y de calidad para una audiencia de tipo general, que los actores sociales se involucren más en el conocimiento de las posibilidades tecnológicas-empresariales-económicas de los emisores, y que las empresas conozcan mejor a su audiencia, a fin de cómo dice Fuenzalida satisfacer a todos y cada uno de los actores.

Control de Lectura 8

Violeta bicolor

PÉREZ TORNERO, J. Manuel, 2000, “Introducción” y “Las escuelas y la enseñanza en la sociedad de la información” en Comunicación y Educación en la Sociedad de la Información, Paidós, pp. 17- 57.

El siglo XX conoció dos modos de producción: el capitalismo y el comunismo. Si bien eran modelos antagónicos en cuanto a las formas de apropiación y distribución de los bienes, ambos estaban fundados en medios de producción de tipo industrial que se basan en la mecanización del sector productivo, en la masificación de la producción y el consumo, y en el modelo fabril de organización y división del trabajo. La caída del comunismo a fines de los años 80, estuvo aparejada con el impulso de una nueva fase del capitalismo: la globalización del mercado con el sustento ideológico del neoliberalismo. Al iniciarse el nuevo siglo, con la conformación de bloques económicos y políticos, y con la hegemonía del capital financiero, se anuncia una “tercera vía”.

Para las sociedades atrasadas (cierta parte de Asia, África y Latinoamérica) las crisis económicas sucesivas y el aumento de grandes conglomerados de pobres, han dividido al planeta en “un mundo desarrollado según estándares de bienestar y confort y otro sometido a la penuria, el hambre y la miseria” (p. 20). Esta es la brecha entre países ricos y países pobres, entre el norte y el sur, entre la tecnología y su carencia.

En estrecha relación con la economía capitalista durante la segunda mitad del siglo XX, surge la denominada cultura de masas, con los Estados Unidos como polo indiscutible del poder económico, militar y financiero. Con las grandes cadenas de televisión al frente, la industria de la cultura estadounidense impuso a nivel mundial modelos, estilos, temas, géneros, que articularon una cultura de masas que se impuso con mayor o menor intensidad a otras culturas nacionales o locales.

Pérez Tornero quiere hacer notar en su texto, cómo es que se corresponden los modelos económicos con el tipo de cultura y con los medios que producen, ponen en circulación y modelan esa cultura. Así, la masificación de la producción y el consumo requiere de medios masivos para poder difundir “un mensaje a un público amplio, disperso geográficamente y que se correspondía con niveles dispersos de estratificación social” (p. 23). Y el medio de masas que sirvió a tales fines ha sido la televisión. Sus características esenciales son:
  1. Un lenguaje audiovisual que no requiere de alfabetización alguna,
  2. Una tecnología de difusión que aseguraba un control centralizado,
  3. Un acceso directo al hogar y al entorno de los usuarios, y
  4. Una capacidad de globalización que ha estado en consonancia con el capitalismo en su fase actual.
Como señala Pérez Tornero “la cultura de masas representa, en esencia, el triunfo de la comercialización sobre todos los aspectos de la vida cultural” (p. 25). El avance tecnológico en las dos últimas décadas del siglo pasado trajo consigo un cambio progresivo en la televisión “de un medio masivo tradicional a un medio interactivo de nueva generación. Para ello han tenido que converger dos progresos tecnológicos considerables: 1) la digitalización; 2) la extensión de la difusión vía satélite o vía cable” (Id.).

Este nuevo escenario tecnológico es el que ahora se presenta como un desafío a la enseñanza en general y a la escuela en particular. Ésta, por su parte, ha intentado una renovación tecnológica que en términos generales ha sido pobre. Mientras que en el entorno comunitario de los alumnos ha habido un despliegue impresionante de medios y de tecnología, en el aula y en la escuela se siguen los mismos modelos de enseñanza y un espacio físico que viene de milenios atrás. Podemos decir, como señala Pérez Tornero, que la escuela ha reducido y especializado su papel educativo, a la enseñanza de la lecto-escritura.

Las transformaciones ocurridas en el sistema industrial-financiero-militar, apuntalado por una incesante innovación tecnológica y bajo la dirección del capital financiero internacional, han dado lugar a la llamada sociedad de la información y al nuevo discurso consumista. Y con ella han surgido centros de investigación con los que mantienen y producen los medios, que han desbordado a las universidades y a las escuelas como instituciones poseedoras de la racionalidad y del conocimiento.

La escuela ha quedado fuera del contexto social que la rodea y, por tanto, ha perdido su función educativa por excelencia. Esto ha traído consigo una uniformidad de saberes producto de un currículo único y una enorme burocracia centralizada (por ejemplo, la SEP); los maestros son los que están menos actualizados y continúan enseñando mediante el “viejo estilo de aprendizaje libresco” (p. 48); estilo en el que los alumnos ya no encuentran los elementos básicos de su escolarización.

Como dice Pérez Tornero: “hay, pues, un desfase entre lo que demanda el entorno social y lo que los centros educativos están en condiciones de ofrecer. Lo cual está haciendo avanzar una conciencia generalizada de crisis” (Id.). Esta crisis generalizada podemos encontrarla en el currículo escolar, en el anacrónico papel de los maestros, en el “escriturocentrismo” de la escuela, en la escasa implantación de recursos tecnológicos, en el “modelo de valores y de sistema de sociabilidad”, y por último, en los procesos obsoletos de gestión, organización y gobierno de la institución escolar. (Pensemos en la UNAM y el añejo ritual para el cambio de rector, en la propia SEP y en el SNTE).

Esta crisis de la educación en su conjunto requiere, señala Pérez Tornero, de profundas transformaciones en una doble dimensión: intelectual y práctica. Para la primera se necesita reformular los principios, la filosofía y los lenguajes con los que trabaja. Para la segunda se requiere la transformación de la infraestructura, los instrumentos y las reglas. Por supuesto que esto no se logra sólo con las buenas intenciones y mediante un discurso en apariencia innovador, pero que mantiene el estado de cosas. El sistema educativo mexicano se encuentra detenido desde hace mucho tiempo; son pocos los intentos por establecer una política educativa transformadora; la educación básica y superior sigue formando a millones de alumnos con el mismo modelo, de ahí, en gran parte, su fracaso; son pocos los profesores que manejan diversos medios y nuevas tecnologías en sus clases, etcétera.

Puedo decir, como docente, que los alumnos están en mejor disposición de aprender con los medios que sin ellos; que muchas veces sus conocimientos están por encima de lo que el maestro considera el “conocimiento”; que sus habilidades y competencias son otras, distintas a las del profesor. Aquí el problema es la consabida situación económica y política del país. No puede hacerse a un lado y querer transformar la educación como si fuera una isla o un ente aparte del contexto social. Por ello la pregunta qué podemos hacer es: ¿qué debemos o qué queremos hacer con este país? Y de ella desprender al ámbito educativo otras preguntas como: ¿qué tipo de educación requieren los mexicanos?, ¿cómo vamos a definir los principios, la filosofía y las reglas para una educación acorde con las transformaciones que estamos viviendo?, ¿qué tipo de escuela demanda la sociedad?, ¿cómo vamos a cambiar la mentalidad de los profesores y cómo vamos a formar a los nuevos docentes?, entre muchas otras.

Control de Lectura 7: Reseñas 1 y 2

Violetas de tres colores

Reseña 1

OROZCO, Guillermo, 1996, “Escuela y Televisión. Hacia una alianza por nuevos motivos” (Capítulo 10) en Televisión y Audiencias, un enfoque cualitativo, Ediciones de la Torre/Universidad Iberoamericana, pp. 159-178.

Me parece un capítulo excelente del doctor Guillermo Orozco. Pese a que fue escrito hace más de diez años, creo que todos los planteamientos que expone y desarrolla siguen vigentes para el caso mexicano. A continuación los presento de manera esquemática:

  • La escuela pierde efectividad y los medios de comunicación, con la televisión (TV) como punta de lanza, adquieren un creciente protagonismo educativo.
  • La TV se rige cada vez más por el criterio del lucro, vía la publicidad, en un clima de privatización y desregulación social y jurídica.
  • La escuela ha adquirido, por una parte, una creciente deslegitimación social como institución educativa por excelencia, y por el otro, el deterioro de la calidad en el proceso de enseñanza aprendizaje.
  • Se requieren modificaciones sustanciales en ambas instituciones (Escuela-TV).
  • Replantear una vinculación inteligente, crítica y productiva, con una perspectiva general de democratización del intercambio social y del acceso al conocimiento.

Por el espacio que tenemos para un análisis prefiero concentrarme sólo en el último de los puntos anteriores, pues es el que me parece central para los tiempos que corren.

Para quienes conocemos un poco la historia de Televisa (hija de Telesistema Mexicano, 1950-1973), sabemos muy bien de la otra alianza que se fraguó durante décadas: la TV y la clase política hegemonizada por el PRI. A Emilio Azcárraga Milmo le gustaba llamarse a sí mismo “soldado del PRI”, y ello no era gratuito, pues la empresa siempre recibió favores del gobierno en turno (de Miguel Alemán a Ernesto Zedillo).

Durante la llamada “transición a la democracia” en la administración de Fox –“el gobierno del cambio”–, no sólo no se establecieron nuevas reglas entre la TV y el estado, sino que, en los hechos, se mantuvieron los privilegios para las televisoras privadas. Por ejemplo, cuando se dieron a conocer las intenciones de algunas empresas estadounidenses y de empresarios mexicanos para abrir una nueva cadena de TV, Fox ya había pactado con Emilio Azcárraga Jean y Bernardo Gómez, cerrarle el paso (ver revista Proceso, núm. 1575).

Ha habido otros casos en los que de manera ingenua se les ponía en bandeja un gran negocio a las televisoras, mediante la venta de tiempo durante las campañas electorales (es decir, cada tres años). Y digo ingenua, porque se hizo en aras de democratizar el acceso a los medios de los partidos, antes exclusividad del partido oficial, sin reparar en los cuantiosos recursos que del erario se transferían a dichas empresas. 

Esto es algo que ha venido a limitarse con la reforma electoral reciente, y que causaron un malestar evidente en los dueños de las televisoras, quienes utilizaron sus noticiarios estelares para denostar al poder legislativo, empezando por los coordinadores de cada fracción, entre ellos, a Santiago Creel, antiguo aliado suyo.

Un aspecto importante que señala el doctor Orozco es el de considerar a los medios de información en su conjunto como “esferas públicas democráticas en las que de hecho deben participar los diversos sectores de la audiencia, no sólo algunos” (p. 175). Por lo mismo se tendrían que revertir las tendencias de privatización y desregulación de “los medios, sistemas y tecnologías de información” (Saito, 1995, citado por Orozco). 

Pero Orozco tiene razón en señalar que no debe darse una batalla en contra de la TV, sino a favor de las audiencias. Sin embargo, esto no quita el hecho de combatir, así lo dice el autor, la impunidad de que goza la TV “al construir irresponsablemente muchas de sus representaciones frente a sus audiencias” (id.).

Orozco va más allá y señala que “el gran motivo” de la Educación para los Medios y de una nueva alianza TV-escuela, sería el rescate cultural y político de la TV por parte de la teleaudiencia. Pero ¿cómo rescatar algo que le pertenece a la audiencia?, se pregunta el autor, y a continuación señala los supuestos sobre los cuales se podría establecer esta nueva alianza.

En primer lugar la escuela tiene que asumirse como una más entre las instituciones sociales y sin pretensiones hegemónicas. Ello supone, a su vez, que los nuevos curricula de la escuela no tengan la pretensión de abarcar e incluir “todo” el conocimiento. Lo que si debe hacerse es fortalecer a la escuela como una “opción necesaria e imprescindible” para la sociedad. La escuela debe privilegiar, por tanto, el desarrollo de habilidades que doten a los alumnos la capacidad de aprender y expresarse en un entorno multimedia. En este sentido, la pedagogía propuesta por Orozco es la llamada “pedagogía de la representación” de Giruox (1994), que le permitiría a la escuela poder coexistir en un escenario cada vez más globalizado y “mono-representado”.

El otro aspecto central que señala Guillermo Orozco es el que tiene que ver con el poder de la TV. Ya no hay duda respecto de lo que definirá el poder en las sociedades a partir de este siglo: la información y el conocimiento. Como ha señalado Popper (1992), “el desafío contemporáneo de la TV es que ninguna democracia puede constituirse o llegar a buen fin si no pone bajo control a la TV” (p. 165). El sistema de televisión debe ser transformado de fondo. Uno de los aspectos fundamentales que permitirá esa transformación será la nueva Ley de Radio y Televisión. Recordemos que la ley actual (que data de 1960), señala que la radiodifusión es una actividad de “interés público” y no como lo que en realidad es y debió haber sido tipificado: como un servicio público.

Lo que se deriva de uno y otro caso son capitales para el cambio de la TV. En el primer caso, los concesionarios hacen uso de y lucran con un bien nacional: es decir, son usuarios, no propietarios. Por el contrario, en tanto actividades consideradas como servicio público, éstas permitirían a las audiencias no sólo el acceso a los medios, sino también los medios de y para la expresión en tanto “esferas públicas democráticas”. La batalla que se avecina debe erradicar la impunidad de las televisoras y sujetarse a las disposiciones jurídicas. Se trata de favorecer a las audiencias.

Lo cierto es que debe tejerse una nueva alianza entre la escuela y la TV. Ambas instituciones deben ceder y aceptar las críticas que se plantean a una y otra, con el propósito de superar la situación educativa y mediática existente. Todos, autoridades, maestros, alumnos, padres, concesionarios, publicistas, productores, profesionales y técnicos, deben contribuir a construir esta alianza como parte de las reformas sociales que requiere México. La pregunta del “billón” (en tanto el achicamiento del dinero), es si los políticos, incluidos los del partido en el poder, los maestros, los sindicatos, los concesionarios y otros actores sociales, están en condiciones de transformar la situación actual de la escuela y la TV.

Reseña 2

RINCÓN, Omar, 2002, “Introducción”, “El encanto audiovisual” y “El ambiente Televisión” en Televisión, Vídeo y Subjetividad, Editorial Norma, pp. 9- 57.

Esta es una de esas lecturas que le producen a uno (a mí en particular) ese sentimiento que provoca el leer ciertas cosas que uno intuía de alguna manera, pero que no había logrado expresar de una manera coherente. Es una lectura refrescante, amena, que rompe esquemas y que propone una nueva manera de analizar la cultura audiovisual, la sensibilidad, y las mediaciones como el cine, la televisión y el vídeo.

Si como dice la Biblia “en el principio fue el verbo”, hoy bien podemos decir “en el principio fue la imagen”, y la trinidad cine-televisión-vídeo, tienen como sustrato común a la imagen. Para Martín-Barbero y Rey (1999), en su defensa de la imagen, plantean que “desde el principio la imagen fue a la vez medio de expresión, de comunicación y también de adivinación e iniciación, de encantamiento y curación” (citados por Rincón, p. 17). Y afirman también el necesario rescate de “las imaginerías como lugar de una estratégica batalla cultural”.

No está por demás señalar las evidencias de lo dicho anteriormente. Hoy, es cierto, las imágenes “dominan y determinan la cultura popular” (p. 18). La televisión se ha convertido en el lugar de la visualidad y se ha impuesto como la manera de ver y de representar. Desde el punto de vista de la percepción, el ojo, es hoy el elemento que articula “el pensamiento, la reflexión, la comunicación, la representación, el reconocimiento”, y por ello es una forma de construcción del pensamiento que permitió la generación de nuevos conocimientos científicos, a lo largo de todo el siglo XX. Y finalmente, la imagen es “información objeto de adoración, vehículo para la imaginación, dilución del ser, pérdida para ganarse como sujetos-con-un-lugar-en-el-mundo” (Burnett, 1995, citado por Rincón, p. 19).

Dentro de la cultura audiovisual, el cine se convirtió desde sus inicios como un saber compartido, que procreó comunidades académicas, estéticas y creativas. Dice Rincón que “el cine pasó a los altares de la reflexión y la adoración porque en este arte la sociedad puso en actividad lo imaginario, la ilusión, lo onírico” (p. 21). Para filósofos como Deleuze el cine debe hacer “teoría como práctica conceptual”, y para cineastas como Godard, el cine “es arte (y) la televisión es cultura; la cultura no tiene nada que ver con el arte. La cultura responde a necesidades, no a deseos” (p. 27).

Para Lischi el vídeo (referido a su expresión de punta, el video-arte) “representa una especie de edad adulta de la comunicación, una edad en donde una mirada plural y abierta, una exploración minuciosa de los visible y lo invisible que no se parece a la visión frontal o a la abstracción del mapa, sustituye a los esquematismos de las ideologías y a las demasiado rígidas y cómodas líneas de los confines…” (idem.).

Respecto de la televisión Rincón señala que es, en síntesis, “el medio más potente porque es desde su presencia cotidiana e industrial que la mayoría de la población reconoce y aprecia las nuevas formas de lo audiovisual inventadas en el cine y el video.

Como ya sabemos la televisión ha sido denostada por académicos, intelectuales, maestros y padres de familia. Se ha llegado a decir de ella que es el peor mal que le ha sucedido al mundo. Para otros la TV ha tenido y tiene una influencia “valoral y comportamental” porque se siente en la vida de cada uno; para algunos más, la explotación comercial que conlleva les ha causado horror por el “empobrecimiento del imaginario social”. Finalmente, para unos pocos, la TV es uno de los grandes inventos que permite fabular la vida y contarse al infinito, y para las culturas populares es una “estrategia para reconocerse en su memoria y experiencia sentimental” (p. 29). Es Jesús Martín-Barbero quien ha realizado una especie de exorcismo del medio televisivo, ofreciendo una nueva manera de pensar y reflexionar. Dice Martín-Barbero que la “televisión ocupa un lugar estratégico en la cultura cotidiana de las mayorías, en la transformación de las sensibilidades, en los modos de percibir el espacio y el tiempo y de construir imaginarios e identidades…” (citado por Rincón, p. 30).

Omar Rincón va más allá y define a la TV en su “complejidad social, narrativa, cultural y mercantil para desde ahí reflexionar sobre las éticas y las estrategias de poder que se ponen en evidencia en su acción simbólica sobre la sociedad” (Ídem.). Hoy la televisión ha logrado imponerse en la lógica dominante para todos los procesos que se pretende comunicar a la sociedad, es en sí, la comunicación social.

En lo que Rincón denomina el ambiente televisión, este medio se ha convertido en el principal agente de socialización. Después de dormir, trabajar o estudiar, es la tercera actividad realizada por los integrantes de la sociedad. Y ello influye de manera determinante en las formas de comportarse y valorar, en las costumbres, actitudes y conductas que vemos reproducidas en la mayoría de la población. En este sentido ha dejado atrás a otras instituciones antes fundamentales en el proceso de socialización como la familia, la religión, la escuela y la pertenencia a una etnia. Su presencia en la vida cotidiana ha llegado a límites insospechados pues está en la vida misma de los sujetos en su acción e intercambio diario.

Otro aspecto importante que Rincón señala es el de la TV como lugar de la política. Si bien la TV no ha desplazado a la plaza pública como centro neurálgico de la actividad política en la sociedad, ésta se ha visto transformada pues el debate de las ideas encuentra en la TV “un mecanismo potente de comunicabilidad” (p. 35). Quién imaginaba ver a los candidatos a la presidencia bailando el pasito tun-tún en los programas matutinos, o dejándose entrevistar por algunos cómicos (Trujillo, Ramones), con el objetivo de llegar a numerosas audiencias. Recordemos lo que señalaron diversos críticos respecto de la fallida ausencia de López Obrador en el primer debate televisivo. El hecho de haber dejado su espacio vacío, constituyó un duro golpe para su campaña, pues en la percepción de la gente debió haber participado.

Para Rincón la TV como lugar educativo no es una opción sino una necesidad. Señala el autor que los niños rinden más en la escuela y tienen ventajas cognitivas sobre aquellos que no ven televisión. Habría que preguntarle si también hacen la tarea, pues en muchos casos los niños que ven televisión, olvidan hacer sus trabajos escolares. Ya lo dijo Monsiváis para el caso mexicano: la verdadera secretaría de educación es la TV. Y esto es más que ser una escuela paralela.

Por último, Rincón invierte los papeles de la programación y la publicidad, al decir que la TV “es comerciales rellenos de programas”. Y tiene razón pues las audiencias conocen perfectamente aquellos productos con los que ha establecido una relación de años sean detergentes, dentífricos, papel higiénico, golosinas, refrescos, etc. Lo que omite decir es que cada vez más son las grandes compañías, las transnacionales, las que se han apoderado de los espacios comerciales y publicitarios. Como contraparte Rincón nos dice que la TV sea “uno de los lugares menos innovadores que existen en nuestra sociedad” (p. 40), pues busca contenidos simples, maneras sencillas de interpelación y nivelar por lo bajo.

Habría que preguntarnos qué tanto de lo señalado por Omar Rincón puede aplicarse a los diferentes sistemas de televisión existentes, y a las características de dichos sistemas en países desarrollados y en vías de desarrollo.

martes, 29 de julio de 2008

Control de Lectura 6


Las violetas de casa


Reseña 1

Schiller, Herbert I., 1993, "5. Las corporaciones se apropian de la expresión pública", Guadalajara, UdeG, en: Cultura, $. A. La apropiación corporativa de la expresión pública. (pp. 123-150).

El título del capítulo 5 del libro de Schiller, resulta ilustrativo de la enajenación de los sitios y canales de la expresión pública y la creatividad por las grandes corporaciones. Los sitios van de los museos a las plazas públicas, de la calle a los hogares, y de canales como la radio y la televisión. Todos ellos, dice Schiller “son sitios de interés público… Si estos recursos vitales son apropiados para fines privados, la salud y la conciencia humana misma peligrarán” (p. 123).

El autor hace referencia a un libro de Hans Magnus Enzensberger (1962) quien hablaba ya en los años sesenta de la “industria elaboradora de la conciencia”. Decía Enzensberger que un reducto importante de la libertad del hombre se encuentra en su creatividad, y que ella constituye una fuente de resistencia y cambio social. Sin embargo recomendaba a los actores sociales que antes de ser excluidos o de autoexcluirse, era preferible “entrar al juego y correr los riesgos calculados”.

Las grandes corporaciones y sus capitanes han entrado de lleno en las industrias culturales para tomar el control de la expresión pública. Schiller expone el caso de dos los museos más afamados de los EU: el Metropolitano y el de Arte Moderno de Nueva York. Ambos han venido sirviendo desde los años ochentas como escaparates publicitarios de las empresas que patrocinan las exposiciones. Nuestro país no se ha quedado atrás. El museo mayor de las culturas prehispánicas, el Museo de Antropología, ha servido como pasarela para diversos festivales de la moda o para eventos corporativos, y lo mismo ha sucedido con otros edificios públicos. No se diga de los museos privados como el Soumaya (de Carlos Slim), el Amparo (de los sucesores de Espinoza Iglesias), el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO), ligado a los poderosos intereses industriales de Nuevo León, cuyo lema en su sitio web dice: “El marco ideal para tus eventos”. Para estos mecenas, el arte y la creatividad son un negocio, la compra de obras de arte es “imagen” que reditúa beneficios económicos y omite el pago de impuestos.

Como se pregunta Schiller, qué pasa cuando un objeto arte es sacado de su contexto social e histórico, y va a dar a una vitrina de museo. Simplemente pierde significado, deja de existir una relación con el autor y con el entorno en el cual fue creado.

El llamado patrocinio corporativo es hoy día un elemento constitutivo de las bellas artes. Así podemos ver que empresas como Telmex, Televisa, Cemex, y otras, fijan sus logotipos en espectaculares, carteles y programas de mano de todo tipo de eventos, ligados o no con las bellas artes. Hay incluso patrocinadores oficiales para la selección mexicana, escuderías de fórmula 1, alpinistas que van al Everest, etcétera.
Este dominio de la expresión pública por parte de las corporaciones también tiene lugar en los centros comerciales, que son como el arquetipo del “paraíso comercial”. Como señala Jacoby “existe un equívoco generalizado en el sentido de que los centros comerciales son propiedad pública. Son un lugar de reunión colectiva, pero con propiedad privada” (p. 136).

Qué pensar cuando cada año se convoca desde la televisión a participar en eventos que pueden tener fines “nobles” como el Teletón, que no sólo le reditúa beneficios y preferencias a la empresa Televisa, sino que con el dinero recaudado crea hospitales y los asume como propios. Pero es cuestión de imagen corporativa, pues la “gente se beneficia de lo que parece ser un subsidio social de parte del sector privado… La atención del público se enfoca en la corporación como benefactor social” (p. 144).

Schiller se refiere al papel de la televisión como parte del control de las corporaciones sobre la expresión pública. Es el maridaje entre las grandes corporaciones de medios y el gobierno, al que se refiere el doctor Guillermo Orozco. En el caso de nuestro país, Televisa ha jugado el papel de vocero del gobierno en turno. Sólo basta con ver lo que pasó en la cámara de diputados el primero de septiembre, cuando se censuró a la presidenta en turno del poder legislativo. El secretario de Gobernación aludió a una falla técnica y despidió a un funcionario menor.

Vale la pena seguir en estos momentos los debates entre los grupos legislativos, los dueños de los medios, y algunos intelectuales y políticos, sobre la reforma a la ley federal de radio y televisión, desde la óptica de Schiller. Es decir, cabe preguntarse qué tanto van a influir las grandes corporaciones para una reforma a su modo, que continúe con la apropiación de los espacios y canales de la expresión pública, o bien, en tanto asuntos de interés público, los medios puedan dar cabida a expresiones y voces distintas de la sociedad, como las asociaciones de profesionales, los colectivos de arte, las instituciones educativas, las minorías étnicas, las organizaciones civiles y culturales, etcétera.

Reseña 2
Moraes, Dènis de, 2005, “Capítulo 2. Lógica de los medios en el sistema de poder mundial”, en: Cultura mediática y poder mundial, Bogotá, Grupo Editorial Norma, pp. 49-85.

El avance neoliberal, nos dice el autor, ha sido estructurado por las industrias de la información y el entretenimiento en el terreno de lo simbólico, que han tomado para sí la hegemonía en el ámbito de la circulación de las ideas y el control de los flujos de información a nivel mundial. Este proceso ha tenido y tiene sustento en el sector de las “infotelecomunicaciones” en donde asistimos a un proceso de concentración de medios, que permite que en cualquier lugar del planeta se difunda el mismo tipo de representaciones y mensajes. De Moraes los llama “agentes operacionales de la globalización”, desde el punto de vista de la enunciación discursiva (p. 59).

Lo anterior es la expresión de lo que Ignacio Ramonet llama en su libro Un mundo sin rumbo. Crisis de fin de siglo (1997) el “pensamiento único”, es decir, “La traducción en términos ideológicos de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del capital transnacional, aquellas empresas que están detrás de las grandes marcas, los principales grupos multimedia, los grandes fondos de inversión, etcétera”.
Uno de los fenómenos más visibles del capitalismo en su fase actual ­–de reproducción ampliada, la llama De Moraes– ha sido la convergencia de los sectores de medios, telecomunicaciones e informática, organizados en tres elementos esenciales: 1) la optimización de sus infraestructuras industriales, vía la fusión y alianzas de los conglomerados transnacionales; 2) La conexión entre los sistemas de transmisión en redes compartidas, y 3) la generación de contenidos digitales que alimenten los nuevos canales de distribución, con internet y la televisión a la cabeza.

El cuadro siguiente puede darnos una idea de la magnitud de estos cambios en el terreno económico, con sus derivaciones en la política, la ideología y la cultura.



Son estos conglomerados de medios que desempeñan también la función de “agentes económicos globales”. La apertura y la competencia por los mercados se ha fundado sobre la base de tres prescripciones: a) desregulación de normas de telecomunicaciones; b) diferenciación de tarifas conforme a los tipos de usuarios y servicios, y c) regulación mínima de los sectores privatizados (p. 56). Es el “dejar hacer, dejar pasar” del neoliberalismo, que permite el establecimiento de alianzas con las empresas y grupos de poder locales y regionales, a fin de poder intervenir y muchas veces imponer acuerdos ventajosos para sus intereses, frente a la pérdida de poder de los estados nacionales.

Para De Moraes “vivimos un cambio de paradigma comunicacional. Del modelo mediático evolucionamos hacia lo multimediático o multimedia, bajo el signo de la digitalización” (p. 59). El lenguaje binario ha favorecido la hibridación de la transmisión de datos, imágenes y sonidos, que es en el fondo la digitalización del conocimiento, cuya difusión por los nuevos canales y soportes “multiplican los flujos informativos, financieros, culturales y comerciales” (p. 60).

La reestructuración de las corporaciones a partir de un centro de inteligencia que tiene a su cargo la formulación de prioridades, directrices, planes y programas, han estado acordes con los parámetros de rentabilidad para las subsidiarias y filiales. Empresas gigantescas como Time Warner, Viacom, Sony, NBC-Universal, han adoptado modelos de administración basados en una red de fragmentos y nódulos que permitan al mismo tiempo la integración y la descentralización.

Esta organización de los grandes conglomerados de medios ha producido una segmentación de las audiencias, sin tomar en cuenta las enormes desigualdades sociales que tienen lugar entre el norte y el sur, y al interior de regiones como África y América Latina. Veamos un dato comparativo: “La facturación anual de las 220 mayores compañías equivale a la riqueza combinada del 80% de la población mundial” (p. 68). Y esta es una manera de repartir no la riqueza sino la pobreza.

En las economías menos desarrolladas los efectos de la introducción de tecnología en los procesos productivos y en el área de servicios, conlleva los despidos masivos y las reducciones de personal constantes. A lo que hay que sumar los bajos salarios, la extensión de la jornada laboral, la pérdida de derechos laborales, como producto de las “reformas necesarias” para “dinamizar el mercado”. Ello acentúa los desequilibrios estructurales y la desnacionalización de las áreas estratégicas de comunicación: Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, Colombia y México, las economías más desarrolladas de la región, son una muestra clara de eso.

La reforma de la ley de radio y televisión en México hizo intervenir, incluso, al Suprema Corte de la nación para dar marcha atrás a la nueva ley, por flagrantes violaciones constitucionales. Esta será una batalla en la que el conflicto entre los intereses de empresas como Televisa y TV Azteca, que a su vez representan a los consorcios transnacionales, con lo que Schiller llama los espacios y canales de expresión públicos.

Ante esta situación desventajosa, De Moraes propone revitalizar la sociedad civil y revalorizar la política “como ámbito de representación de deseos y de revitalizar los lazos comunitarios” (p. 79). Se requiere, para ello, el establecimiento de políticas públicas de comunicación mediante mecanismos de consulta democráticos para la regulación, la concesión y fiscalización. De Moraes retoma las cuatro medidas propuestas por García Canclini (2003) para salvaguardar las identidades culturales en Latinoamérica. Estas son:

  1. Los gobiernos deben preservar el patrimonio histórico tangible e intangible.
  2. Acciones articuladas que involucren a una sociedad civil más participativa.
  3. Políticas públicas que apoyen la producción y la creatividad cultural en la región.
  4. Protección jurídica de los productos nacionales y mecanismos de regulación de los intercambios de programaciones e imágenes. (p. 80).

Para de Moraes se requiere el establecimiento de redes, de sistemas organizacionales que permitan el trabajo en colaboración, y el establecimiento de objetivos y valores comunes, sin olvidar “las formas tradicionales de movilización colectiva”. No se trata de hacer a un lado las posibilidades organizativas y de articulación que permiten tecnologías como Internet, sino de valorar la importancia de las mediaciones sociales y los mecanismos clásicos de representación política.

Una manera de medir fuerzas con las empresas monopólicas de la televisión mexicana que pretenden la preservación de privilegios y la apropiación de recursos que pertenecen a la nación, será la discusión sobre la reforma a las leyes de radio y televisión. ¿Se formarán estas redes de las organizaciones civiles, profesionales y políticas, que permitan una reforma acorde con los intereses de expresión, educación y cultura de la población o se establecerán nuevas alianzas entre los grupos hegemónicos y políticos para mantener el estado de cosas? La respuesta está en el aire.

lunes, 24 de marzo de 2008

Liuba María Hevia y Carlos Varela

El video puede bajarse en el sitio que aparece en pantalla

viernes, 25 de enero de 2008

Control de Lectura 5

Crovi Druetta, Delia, 2005, "Educar en la era de las redes. Nuevos medios para enfrentar viejos desafíos", en: Educar en la era de las redes, México, UNAM-FCPyS, (pp. 61-81).

La autora señala que casi al término del siglo XX se dieron a conocer dos documentos por parte de la UNESCO relacionados con la educación: El primero, coordinado por Jacques Delors (La educación encierra un tesoro, 1996) expone los cuatro pilares de la educación del siglo XXI, a saber: aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser. El segundo documento es la “Declaración mundial sobre la educación superior en el siglo XXI: visión y marco de acción prioritaria para el cambio y el desarrollo de la educación superior” (1998).

Respecto del primero, Crovi nos dice que varios de los planteamientos ahí expresados, se reflejaron en los programas educativos de instituciones de América Latina y otros países del mundo.

El segundo documento hace mención de las transformaciones que ha traído consigo la convergencia tecnológica, y que ponen en el centro de los sistemas educativos, de producción, servicios y relaciones sociales, a las redes y los procesos de virtualización, como la base para arribar a la sociedad de la información y el conocimiento. Este proceso es promovido por diversas instituciones de carácter internacional (Banco Mundial, la OCDE, el BID, etc.) que establecen una serie de medidas que deberán implementarse en los países más atrasados, para recibir apoyos financieros de dichos organismos.

En términos generales el documento de la UNESCO señala cuatro ejes para la “nueva educación superior: pertinencia, calidad, administración, financiamiento y cooperación” (p. 65). Se trata, al menos esa es la intención manifiesta, de articular las necesidades de los países y regiones, el mejoramiento de sus instituciones, la cooperación entre éstas y la integración de diferentes sectores que garanticen una educación pertinente y de calidad.

A partir de estos cuatro ejes se despliegan una serie de temas que deben ser analizados a partir de la comunicación educativa. La autora propone cinco ejes que son: “1) La mediatización tecnológica, 2) cambios en los actores del proceso educativo, 3) integración de comunidades virtuales de enseñanza, 4) igualdad y equidad en el acceso, y 5) evaluación de la calidad educativa” (p. 65).

Delia Crovi explica que la influencia de las innovaciones tecnológicas puede analizarse desde dos vertientes: el enfoque crítico, que está haciendo una revisión del concepto de comunicación educativa y que ha hecho aportes fundamentales desde la región latinoamericana, y el enfoque instrumental, que considera que la tecnología es determinante en los procesos educativos, particularmente, en la era de las redes.

La educación apoyada en redes ha traído consigo una nueva visión del profesor. Éste deberá actualizarse y adaptarse al nuevo tipo de educación, pues ahora será evaluado según el manejo que haga de las redes, sus contenidos y la capacidad de enseñar en la virtualidad. Será también un profesor-investigador, actividades que anteriormente se concebían como separadas una de la otra, y apartadas de la realidad institucional y social.

En cuanto a los alumnos, vistos éstos como el centro del proceso de enseñanza aprendizaje, se les pide desenvolverse en una situación de autoaprendizaje y pagar el coste de sus estudios, que se inscribe en la lógica de la privatización de la educación. Como ejemplo podemos ver la explosión de universidades privadas (corporativas, empresariales, etc.) que se han asentado en México, en la última década. Pero también están ahí las universidades públicas que ofrecen una amplia gama de cursos en línea, casi al gusto del cliente, con el propósito de generar recursos.

Si bien la “Declaración mundial sobre educación superior en el siglo XXI” señala la necesidad de lograr un acceso igualitario y equitativo a los sistemas de redes, lo cierto es que los enormes rezagos que hay entre economías desarrolladas y atrasadas, entre países ricos y pobres, hace muy complicado el logro de esos propósitos.

Bruno Olivier (2000) ha puesto un ejemplo impactante: “En el plano internacional la desigualdad tecnológica aumenta cada vez más. Recordemos que mientras California gasta 400 millones de dólares remplazando los computadores de su sistema escolar, en todo el Tchad sólo existen nueve viejos PC. Cuando estos dos países hayan respectivamente doblado, triplicado o centuplicado su material, e incluso si los programas de cooperación centuplican el parque informático tchadiano, la diferencia entre ellos será cada vez mayor”.

La pregunta que podemos hacernos es si las intenciones pueden convertirse en realidades, si los países de las econocías centrales quieren pasar de lo declarativo a las ayudas concretas, si existe el compromiso de las instituciones de aplicar los recursos de forma equitativa y responsable.

domingo, 20 de enero de 2008

El asesinato de un poeta

Control de Lectura 4: Reseña 3

Castells, Manuel, 2003, “2. La cultura de Internet”, en La galaxia Internet, Barcelona, Random House Mondadori, pp. 57-89. DeBolsillo.

En este ensayo de Manuel Castells (2003), nos asomamos a la llegada de las nuevas tribus del norte, como aquella invasión de bárbaros que destruyó Roma, la capital del imperio más poderoso de la antigüedad. Sólo que estas nuevas “tribus tecnológicas” no están destruyendo nada. Afanosas, están sentando los cimientos de la nueva economía mundial que es ya presente y futuro. Como toda tribu, ésta trae consigo una serie de creencias y valores que dan sentido a su manera de comportarse, es decir, tienen su propia cultura.

Según Castells la cultura de Internet se caracteriza por cuatro estratos superpuestos, a saber: “la cultura tecnomeritocrática, la cultura hacker, la cultura comunitaria virtual y la cultura emprendedora” (p. 58). La articulación entre estas cuatro formas de cultura permite entender mejor tanto los inicios como el desarrollo del sistema tecnológico y comunicacional dominante en la actualidad. Cuando el mundo salía de la guerra fría, ya un selecto grupo de jóvenes (en su gran mayoría) se aprestaba a establecer las bases del nuevo sistema tecnológico que daría como resultado la cultura de Internet.

Pero quiénes son y cómo se relacionan estos cuatro estratos de Internet. Veamos uno por uno.

En el inicio de esta cultura están las élites tecnocráticas. Estos adoradores de la tecnología creían fehacientemente en el desarrollo científico y tecnológico “como componente clave del progreso de la humanidad”, lo que los hacía insertarse en la tradición que nos llega desde la Ilustración y la modernidad. En esta cultura el mérito se mide “por el grado de contribución a un sistema tecnológico que proporciona un bien común a la comunidad de descubridores” (p. 60). Y este sistema tecnológico es precisamente la conexión informática en red, esencia de Internet.

El posicionamiento de un grupo no muy numeroso que venía de la tradición académica y de los centros de investigación de punta, serán llamados algún día los “padres” de esta nueva época que se inicia con la cultura de Internet.

Tras el primer grupo, vienen los hackers (tan desprestigiados en los medios, pues se les trata como a una banda de criminales), cuyo papel ha sido central y definitivo en la construcción de Internet: por una parte son los innovadores de la nueva tecnología gracias al trabajo cooperativo y a la libre comunicación, y por la otra, la cultura hacker ha sido fundamental para conectar los conocimientos de la tecnomeritocracia con los proyectos empresariales que han colocado a Internet como punta de lanza en la sociedad. Para Eric Raymond, icono de esta cultura, “existe una comunidad, una cultura compartida de programadores expertos y magos de las redes que se remonta algunas décadas hasta los primeros miniordenadores a tiempo compartido los primeros experimentos de ARPANET” (p. 63).

Parece increíble que en los inicios mismos de este sistema tecnológico hayan surgido espíritus que se convirtieron en campeones de la libertad, la innovación y el disfrute. Y esto tiene su origen en que seguramente sus padres o sus hermanos mayores hayan sido partícipes de los movimientos contraculturales que tuvieron lugar en los años sesenta y parte de los setenta, cuando el rock, por ejemplo, era la música de protesta generalizada de los jóvenes.

En el tercer lugar, está la cultura comunitaria virtual, la de los usuarios de las redes informáticas: fueron ellos quienes desarrollaron y difundieron las nuevas formas y usos de la red: mensajes, listas de correo, chat, juegos, etc. La tribu comunitaria virtual tenía y tiene como campo de encuentro y de batalla la propia red. Un buen ejemplo es el Instituto para la Comunicación Global, que creó las primeras redes ligadas a movimientos sociales y de minorías étnicas, como lo fue el caso del zapatismo. Sin embargo, una característica de estas comunidades virtuales es que son efímeras, cumplen un ciclo y se desdibujan. Pero queda siempre latente la posibilidad (“la conectividad autodirigida”) de crear nuevas redes y nuevas comunidades.

El cuarto estrato cultural es el de los emprendedores. Esta es una palabra central de la economía actual. Como dice Castells “no sería exagerado decir que Internet ha transformado el mundo de la empresa, tanto como este ha transformado Internet” (p. 81).

El caso emblemático de esta cultura son las empresas que crearon el Silicon Valley. Esta nueva manera de generar ideas, de convertirlas en proyectos y de ganar dinero se ha convertido en la palanca de la nueva economía. Para esta tribu “la innovación empresarial y no el capital, constituyen la fuerza motriz de la economía Internet” (Ib.). Y es asombroso que el propio Castells diga que esta es “una cultura en que la cantidad de dinero que se gana y la velocidad a la que se hace, constituyen el valor supremo” (p. 82).

Y los prototipos de esta nueva cultura son Carlos Slim y Bill Gates. Son emprendedores natos, cuyo poder reside precisamente en la cantidad y en la velocidad con que han logrado una cuantiosa fortuna en pocos años. Aquello que lograron grandes consorcios o industrias gigantescas durante generaciones, hoy se ha logrado en décadas por un cerrado grupo de emprendedores.

sábado, 19 de enero de 2008

Control de Lectura 4: Reseña 2

Orozco, Guillermo, 2003, “Desordenamientos educativos en el ecosistema comunicacional”, en Comunicación educativa en la sociedad de la información, Unidad Didáctica, Madrid, UNED, coordinador Roberto Aparici, pp. 97-110.

Los términos “sociedad de la información” o del “conocimiento” intentan explicar los cambios profundos de la época actual, y que tienen una serie de repercusiones en el ámbito de la educación. En este sentido Guillermo Orozco (2003) plantea que “estamos viviendo en una sociedad de la educación”.

El cambio fundamental reside en que hemos pasado de una sociedad con un sistema educativo a una “sociedad educativa”. Ya la escuela ha dejado de ser la institución por excelencia, pues hoy día la educación está en las relaciones sociales mismas. El aspecto central del proceso educativo reside ahora en el aprendizaje, o como dice Orozco, en la “posibilidad tecnológica de aprendizaje”.

El autor enfatiza el papel del aprendizaje ya que éste no está condicionado por la enseñanza. En términos generales, sabemos que los sujetos están en un proceso constante de aprendizaje, y que la enseñanza es una mediación que tiene lugar en la escuela, en cualquiera de sus modalidades.

Lo anterior viene a cambiar la óptica que se tiene sobre el proceso de enseñanza aprendizaje. Orozco señala que en la sociedad educativa “lo esencial no es lo que se puede enseñar, sino lo que se pueda aprender” (p. 99).

Este cambio en los paradigmas educativos trae consigo un cambio fundamental: se está transitando de un modelo centrado en la imitación, la repetición y la memorización propio de la escuela moderna, a modelos enfocados en la experimentación, el descubrimiento y la innovación, más orientados hacia una sociedad del conocimiento.

Es innegable el papel de la educación alfabética pues hizo una aportación significativa para que los procedimientos científicos y saberes se pudieran “objetivar” y ser escritos en libros para su difusión entre los lectores. En este sentido, el libro de texto viene a resumir la idea de la mediación lingüística de la escritura y la mediación mediática del libro. Allí está compendiado el conocimiento que debe ser memorizado, para poder hacer una larga cadena de nombres, fechas, lugares, etc. Su valor residirá en la capacidad memorística que le permita transitar a la elocuencia.

La escuela y las universidades son instituciones educativas “conformadas dentro de un sistema educativo letrado, y sobre todo ilustrado”. Esta educación tradicional hace tiempo que ha entrado en crisis, y han ocurrido una serie de “desordenamientos” en los tipos de aprendizaje.

Las ideas de los pedagogos de principios del siglo XX sobre la formación de “ciudadanos nacionales” que comparten una identidad idónea acorde con ciertos valores, han sido la base del llamado aprendizaje formal que cuenta con espacios y tiempos específicos (la escuela, las universidades, los ciclos escolares, los niveles educativos, etc.).

Una forma de desconcentrar la enseñanza de sus espacios e instituciones es por medio del aprendizaje no formal. El ámbito de lo no formal se sustenta en la posibilidad de un aprendizaje entre individuos y por medio de la complementariedad de instituciones, situaciones y procesos que tienen la capacidad de ofertar alternativas educativas. Este tipo de aprendizaje puede realizarse a través de diferente canales, medios y lenguajes, escritos, orales, audiovisuales, digitales y multimediáticos. Uno de los principales aportes de este aprendizaje es que da cabida “a diferentes racionalidades: cognoscitiva, emocional, sensorial”.

El aprendizaje de tipo informal es el que ha experimentado los cambios más importantes a partir de las posibilidades tecnológicas de los medios actuales. Este tipo de aprendizaje no requiere de ningún tipo de enseñanza, ni tampoco de intencionalidad por parte del que aprende. El individuo puede aprender el cualquier tiempo y espacio, en distintas fuentes y formatos, e incluso, sin la conciencia de que está aprendiendo algo.

Orozco señala que cada medio lleva implícito un cúmulo de posibilidades de “audiovisionar” representaciones y producciones que estimulan diferentes ámbitos del cerebro y los sentidos humanos. Estos estímulos hacen “explotar” la posibilidad de las percepciones sensoriales múltiples. Como dice Orozco: “el criterio parece ser algo así como «si lo veo, lo escucho, lo siento, existe y hasta lo creo»”.

Estos desordenamientos requieren de una nueva manera de entender la pedagogía en el llamado ecosistema comunicacional. Orozco habla de una “pedagogía de la representación” en tanto que el sujeto encuentra su ser y su estar como audiencia múltiple de medios y tecnologías de comunicación.
Y esta pedagogía debe facilitar a los sujetos-audiencia a desarrollar sus destrezas de “de-construcción”.

Para terminar el autor acepta la posibilidad de una refundación de lo educativo. Ya no habla de una alfabetización integral sino de diferentes alfabetizaciones “para poder comunicarse e interaccionar a lo largo y ancho de múltiples lenguajes sobre los que se da de hecho la actual circulación del conocimiento”.

Jodorowsky, sobre la poesía

Control de Lectura 4: Reseña 1

Castells, Manuel, 1999, “La cultura de la virtualidad real: la integración de la comunicación electrónica, el fin de la audiencia de masas y el desarrollo de las redes interactivas”, en La era de la información, México, Siglo XXI, Economía, sociedad y cultura, La sociedad red, vol. I, pp. 359-405.

A partir de la invención del alfabeto en la Grecia preclásica, Castells señala que esa tecnología conceptual fue la que permitió el florecimiento de la filosofía y la ciencia occidentales que, como tal, continúa hasta nuestros días. El lenguaje escrito permitió el surgimiento de “la mente alfabética” que fue un cambio sustancial en la comunicación humana. A la vez se dio un partimiento entre dos tipos de cultura: la escrita, y entre la cultura de los sonidos y las imágenes, que fue relegada al ámbito del arte.

Para Castells ésta última tomó su “revancha histórica” a lo largo del siglo XX, primero con el cine y la radio, y luego con la televisión, que hoy día integran un único sistema: la escritura, lo oral y lo audiovisual, una integración de las modalidades de la comunicación humana. A mediados de los noventa se inicia el surgimiento de un nuevo sistema de comunicación electrónico de carácter global, que integra a todos los medios de comunicación y que prefigura su “interactividad potencial”, como un rasgo exclusivo de este nuevo sistema. A partir de éste, está surgiendo un nuevo tipo de cultura que Castells llama “la cultura de la virtualidad”.

El surgimiento de una nueva galaxia de comunicación tuvo como base a la televisión. La radio, las películas, la prensa y los libros, fueron reestructurados bajo la tutela de la TV. Este sistema es llamado por Castells como un “medio de comunicación de masas”. La televisión marcó el fin de la galaxia Gutenberg, y representó una “ruptura histórica con la mente tipográfica”. Incluso el modelo de comunicación de exposición sistemática con el alfabeto, cambió a un modelo de conversación ocasional con el nuevo medio electrónico. Tocaba ahora a la TV la formulación de un lenguaje de la comunicación social.

Castells se refiere a la contradictoria concepción de la audiencia, que era vista por los intelectuales del cambio social, no como personas activas y participativas, sino como receptores pasivos sujetos de manipulación ideológica. El paso siguiente en la transformación y diferenciación de los medios de comunicación de masas, fue hacia una segmentación, personalización e individualización de las propias audiencias.

A partir de los años ochenta harían su aparición las nuevas tecnologías y, con ellas, su impacto en el mundo de los medios de comunicación. Ahora los diarios podían imprimirse a distancia, el walkman personalizaba la elección musical en un entorno portátil individualizado, la radio se reestructuró con emisoras temáticas, y los equipos de video se convirtieron en una alternativa a la programación televisiva. Recordemos la irrupción de los videoclubes que ofrecían y ofrecen una amplia variedad de películas en formato de video (Beta, VHS) que hoy se han sustituido con el nuevo disco de video digital. Además la gente pudo grabar sus propios videos familiares, relegando a un segundo plano los álbumes de fotos de familia.

Sin embargo, el paso fundamental de la multiplicación de los canales de televisión tuvo lugar con la llegada de la señal por cable y, después, vía satélite. Así florecieron canales independientes, por cable, y la mezcla de las programaciones de las cadenas de televisión. Tan sólo en los años 80 “el número de los canales de televisión por satélite en el mundo aumento de ninguno a 300”, y de los canales independientes (en EU) de 62 a 330 (p. 375). Y ello coincide con la aparición de los gigantes asiáticos (Sony, Yamaha, Panasonic, Samsung, Daewoo, etc.), para la producción de aparatos electrónicos (cámaras, videocaseteras, DVD, equipos de audio, etc.). En América Latina este boom hizo posible que buena parte de la población tuviera acceso a los aparatos televisores.

Esto marcó, según Youichi Ito, el paso de una sociedad de masas a una sociedad segmentada “como resultado de las nuevas tecnologías de la comunicación que se centraban en la información diversificada y especializada” (p. 372). Y fue la televisión la que encabezó esta descentralización, diversificación y personalización. De manera paradójica, la diferencia entre las programaciones de un canal a otro, de una cadena a otra, es que no hay mucha diferencia en su oferta. Pero como dice Castells el hecho de que “todo el mundo no vea la misma cosa en el mismo momento y que cada cultura y grupo social tenga una relación específica con el sistema de medios, constituye una diferencia fundamental frente al antiguo sistema de medios de comunicación estandarizados” (p. 374).

Castells abre un espacio para describir Internet, en los dos países que encabezaron su puesta en marcha: Francia, por medio de MINITEL, y Estados Unidos, a través de ARPANET. Ambas están basadas en el empaquetamiento de todo tipo de mensajes (sonidos, imágenes, datos) que podían ser enviados por medio de la red sin utilizar centros de control. La invención del lenguaje digital y el funcionamiento de la red crearon “las condiciones tecnológicas para la comunicación horizontal y global” (p. 384). A la par del desarrollo de Internet estaban las redes científicas, institucionales y personales, que tenían como fondo al Departamento de Defensa, la National Science Foundation y las principales universidades e institutos de investigación (UCLA, Harvard, MIT, Bell, Xerox, BBN, Rand, etc.). Parece increíble que un pequeño grupo de científicos fueran los pioneros que acabaron por cambiar el mundo. Castells los llama “las primeras tribus electrónicas”.
Según Castells las dos fuentes de la red (el sector militar/científico y la contracultura informática personal) tienen como base común el mundo universitario: “Este origen universitario ha sido y es decisivo para el desarrollo y la difusión de la comunicación electrónica por todo el mundo” (p. 388).

El advenimiento de la computadora no puede ser considerado, según Castells, como un medio general de comunicación. Si bien el ímpetu y la rapidez con el que se expande en el mundo son impresionantes, es también cierto que “excluirá durante largo tiempo a la gran mayoría de la humanidad”, a diferencia de la TV. Para algunos especialistas el uso de la computadora e Internet se reduce a un pequeño número de personas, el segmento culto y con poder adquisitivo, que realmente hace uso del potencial informático de estas nuevas tecnologías. Además su uso se hace básicamente en el trabajo o en situaciones relacionadas con él.

Para terminar, debo decir que este capítulo esta prácticamente inundado de información en la que todo es relevante. En ocasiones pareciera que estamos leyendo una novela de ciencia ficción, pues el autor va conjuntando una serie de elementos en los que nada es fortuito, y nos va mostrando el desarrollo de los procesos sociales y globales que han tenido lugar en las últimas tres décadas. Esta es una de esas lecturas que resultan apasionantes y que merece estudiarse completa. Ya decía Irma que esta era una de sus lectura favoritas, y creo que lo será de todo aquel que esté interesado en la temática que venimos tratando sobre las teorías de los medios de comunicación. No me queda más que celebrar el haberme encontrado con este autor y con esta obra.

jueves, 3 de enero de 2008

Control de Lectura 3: Reseñas 3 y 4

Reseña 3

Una apasionada aventura amorosa con la televisión
Postman, Neil, 1991, “11. La advertencia huxleyana”, en Divertirse hasta morir, Ediciones de la Tempestad, Barcelona, pp. 163-171.

A partir de dos grandes novelas del siglo XX, 1984 de George Orwell (1948), y Un mundo feliz de Aldous Huxley (1932), Postman nos plantea irónicamente la relación que se ha venido gestando entre los estadounidenses y la televisión. Y la llama: “una apasionada aventura amorosa”.

La sociedad orwelliana, controlada por el Gran Hermano (el Big Brother, una ironía más cuando recordamos el reality que lleva ese nombre), es una sociedad sometida tiránicamente. Se trata de un poder impersonal que encarna en el Partido omnipresente y todopoderoso, y que ha creado una policía del pensamiento para la vigilancia y el control, a niveles asfixiantes, de los individuos, particularmente de aquellos que no tienen el comportamiento señalado por el Gran Hermano.

Huxley, por su parte, nos relata la existencia de un mundo feliz que para llegar a él tuvieron que suprimirse, paradójicamente, muchas de las conquistas de la civilización: la familia, la filosofía, el arte, la literatura, la religión, etc. En ambas novelas los individuos han terminado por aceptar de manera complaciente el modo de vida que suprime cualquier propósito de cambiar el estado de cosas.

Neil Postman recurre a la lógica del absurdo para destacar esa relación entre el pueblo y la televisión. Todo se ha convertido en un espectáculo, la diversión a carcajadas es el objetivo inmediato y final de los programas. Resulta muy puntual el hecho de que ciertos programas de la televisión de los EE.UU. tengan como telón de fondo las risas, incluso aquellas que ríen con los chistes más malos y bobos.

En su divertida exposición, Postman recurre a los sinsentidos que en ocasiones son dichos con toda propiedad y con la certeza de estar diciendo algo cierto, a la manera de Gruocho o de Cantinflas. El ejemplo de la señora Babcock es para reírse a carcajadas, pues tiene la creencia de que la mejor manera para dejar de ver televisión, es viendo televisión.

Hay un aspecto muy importante que en las investigaciones estadounidenses se deja de lado en aras de la cuantificación, y que pondera el autor: la ideología. Dice que “Desconocer que una tecnología viene bien equipada con un programa de cambio social, insistir en que una tecnología es neutral, asumir que una tecnología es siempre amiga de la cultura es, en este momento, una insensatez pura y simple” (p. 165).

Vale la pena señalar la coincidencia entre las palabras de Postman y las ideas de Sartori respecto a los medios de la comunicación lingüística y la televisión. Para el primero, la introducción del alfabeto, de la lectura, de la imprenta, produce cambios en los hábitos cognitivos, en las nociones de comunidad, arte, historia, en las configuraciones de los signos y los símbolos de una cultura en particular. Para el segundo, la ruptura entre los instrumentos de la palabra y la televisión, ha traído consigo la “cultura de la incultura”.

Y en el mismo sentido Postman se hace una serie de preguntas sobre la tan ensalzada información: ¿qué es la información?, ¿qué significa la sociedad de la información? Y muchas más que, dice, tal vez sean el medio por el que los estadounidenses comiencen a replicarle al televisor”.

Postman se hace la pregunta de cómo podemos tomar conciencia de los efectos de la información, y se responde de dos maneras: la primera, como una tontería, dice que se deberían producir programas televisivos a la manera de los corrosivos Monty Python, “pues la idea sería la de provocar una carcajada por todo el país acerca del control de la televisión sobre el discurso público” (p. 169). La segunda respuesta, marcada por la desesperación, consiste en la de “apoyarse en el único medio masivo de comunicación que, en teoría, es capaz de enfrentarse con el problema: nuestras escuelas” (p. 169-170). Y en lo personal me parece muy sensata su respuesta. Dónde si no en la escuela pueden abrirse los espacios para la discusión, la reflexión y la búsqueda de soluciones. Pero el retraso que hay en las propias escuelas es lamentable, incluso, para examinar el papel de la cultura escrita, impresa.

La escuela debe plantearse la pregunta de cómo los jóvenes pueden usar la televisión, el teléfono, la computadora, etc. Pero la pregunta radical es cómo se puede utilizar la educación para controlar la televisión y los demás instrumentos tecnológicos. El trecho que nos lleve a la formulación de estas preguntas, debe tomar en cuenta que en la cultura se producen cambios muy lentos, como lo fue el paso de lo oral a lo escrito y de éste a la imagen.

Reseña 4

Orozco, Guillermo, 1996, “Televidencias y mediaciones. La construcción de estrategias por la audiencia”, capítulo 5, en Televisión y audiencias, un enfoque cualitativo, Madrid, Ediciones de la Torre, Proyecto Didáctico Quirón, Nº 45, pp. 79-94.

A fines de los años ochenta, con el surgimiento de un nuevo enfoque sobre los procesos de recepción de los mensajes de los medios de comunicación, se inició el interés académico por “resolver el componente más importante, temido y desconocido del fenómeno de la televidencia: las audiencias” (p. 79).

La interpretación anterior a esos años consideró siempre dos cosas: primera, la preeminencia del emisor y del medio en sí, y segunda, la consideración del receptor como sujeto amorfo y pasivo.

El arribo conceptual de las audiencias como “ente colectivo y activo”, dio inicio a una serie de investigaciones que han cambiado la orientación de la investigación en comunicación, de manera particular en “la comprensión de la televidencia dentro de la tradición de estudios críticos de audiencia” (p. 80).

Los estudios del autor sobre esta veta de investigación tienen como base “la teoría de la estructuración de Giddens (1948), la teorización de la mediación cultural de Martín-Barbero (1986) y mi propia conceptualización de la recepción y las mediaciones en su proceso a partir de mi trabajo empírico con teleaudiencias (Orozco, 1992)”.

Un concepto fundamental en los trabajos de Orozco es, precisamente, el de televidencias. En un primer acercamiento este término se asociaba con la “duración” temporal del proceso de ver televisión, y se reducía al momento en que el individuo encendía y apagaba el televisor. Desde esta perspectiva se enfatizaba únicamente, la exposición ante la TV. Con el estudio de Morley (The Nation Wide Audience, 1980), se introducía el término negociación, que había entre los significados dominantes de la TV y las audiencias. Por último, el concepto de polisemia (Fiske, 1981), centraba su atención en la calidad de los textos televisivos.

Un segundo término apreciado por Orozco es el de mediación, elaborado por Martín-Barbero (1987), que debe entenderse como “esa instancia cultural ‘desde donde’ el público de los medios produce y se apropia del significado y del sentido del proceso comunicativo” (p. 83).

En el campo de la televidencia Orozco propone que el concepto de mediación sea entendido como un “proceso estructurante que configura y reconfigura tanto la interacción de los miembros de la audiencia con la TV como la creación por ellos del sentido de esa interacción” (p. 84).

Es importante señalar las fuentes de la mediación en un abanico muy amplio que va desde la edad y el género de los individuos, hasta la cultura, la política y las instituciones sociales. Orozco aclara que la mediación es algo que se infiere, más que sea un objeto observable, de ahí su complejidad. El autor considera que son cuatro las mediaciones fundamentales: la mediación individual, la situacional, la institucional y la videotecnológica.

La mediación individual parte de la mediación cognoscitiva, que se refiere a la mediación por la cual el sujeto conoce. Esta primera mediación individual viene acompañada por las mediaciones de género/sexo del individuo, por la edad, la etnia a la que pertenece, y que deben ser consideradas dentro de medios culturales concretos.

La mediación situacional hace referencia a los espacios situacionales tales como el hogar, y dentro de él las características de los escenarios en los cuales interaccionan los miembros de la familia con el televisor: la sala, el comedor, la sala de estar, los dormitorios. Pero también deben considerarse otros escenarios como la calle, las reuniones de amigos, el centro de trabajo, la escuela y otros.

La mediación institucional es un ámbito que está entremezclado en distintos espacios y niveles, en los que las relaciones de poder y las reglas establecidas son fundamentales en la interacción de las audiencias y la socialización de los individuos. No es lo mismo una discoteca, que un centro deportivo, o que una delegación política o policíaca. Por ello, “las instituciones se distinguen entre sí por las diferencias en su acumulación del poder, autoridad, recursos y mecanismos de mediación” (p. 89).

La mediación tecnológica, por último, es una característica fundamental de la televisión. El alto grado de verosimilitud que encarna la TV como medio electrónico audiovisual refuerza la eficacia de su mediación. También lo es en términos de su poder de representación y de los llamados géneros televisivos que permiten una ubicación concreta del medio respecto de su audiencia.

Como comentario al margen quiero decir que este texto me pareció esclarecedor en muchos sentidos, sin embargo, me parece complejo en otros. Es, por supuesto, el esfuerzo de teorización de fenómenos concretos en el ámbito comunicativo, a partir de un paradigma que está en plena formación y desarrollo.