viernes, 10 de octubre de 2008

Control de Lectura 10: Reseñas 1 y 2


Nuestros invitados son: Jesús Martín-Barbero y Germán Rey

Reseña 1

MARTIN-BARBERO, Jesús, 2001. “El libro y los medios, crítica de la razón dualista” en Educación desde la Comunicación, Editorial Norma, pp. 45-77.

En este capítulo Martín-Barbero expone sus ideas respecto a lo que hemos visto con otros autores durante el módulo, si bien sus aportaciones apuntan hacia el vasto territorio de la cultura, las tecnologías (en las que incluye a los medios), y a su relación con la educación.
Jesús Martín-Barbero reconoce la deuda que tiene con Margaret Mead, pues fue ella quien anunció este quiebre generacional que puede ubicarse a partir de las dos últimas décadas del siglo pasado. Es lo que se atisba como un cambio de época, y puede describirse como “una experiencia que no cabe en la linealidad de la palabra impresa”.
El autor hace referencia a pensadores como Adorno y Horkheimer, y académicos como Sartori y Negroponte que han hecho la crítica a los medios para exaltar o desvalorizar la nueva cultura audiovisual, a partir de la tradición alfabética. Los ataques de los intelectuales y la academia en América Latina han recaído, particularmente, sobre la televisión. En grados extremos se ha llegado a decir que es perjudicial para la salud pública. Y a esta idea, como expone Martín-Barbero, se contrapone el papel del libro en la creación de la cultura Occidental. La Biblia es precisamente un libro, y es el fundamento de la cultura y la religión judeo-cristiana, y el Corán es, por su parte, el libro de la otra civilización que ha vivido en conflicto y simbiosis permanente con la primera.
Esta tradición que nos viene de libros míticos y de instituciones también míticas como la biblioteca de Alejandría, que pasa por los textos clásicos de la antigüedad greco-latina, y que a partir del invento de la imprenta hace de su producto, el libro, el medio por excelencia para la exposición, difusión y conservación del pensamiento. Nadie puede negar que el libro en sí es una de las maravillas que el hombre ha inventado, lo que está ya en duda es su papel como medio único para contener y hacer llegar el conocimiento y la información a las escuelas y los alumnos en los inicios del siglo XXI.
Para el caso de México que a principios del siglo pasado era un pueblo analfabeto (90% de una población de 17 millones), fue Vasconcelos quien promovió una amplia producción de textos, la construcción de escuelas y bibliotecas públicas. Su secretario, Jaime Torres Bodet, después él también ministro de educación, impulso la campaña de alfabetización (1948) y en su segundo periodo al frente de la SEP (1958-1964), creo la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg, 1958). Sólo durante el periodo de Vicente Fox se distribuyeron la cantidad de 1,834 millones de libros para la educación básica (no hay error, esa es la cifra).(1) El próximo año la Conaliteg cumplirá 50 años, y el libro de texto como tal ha sido revisado y mejorado en varios aspectos, pero continúa siendo básicamente la única fuente de información y de formación escolar. Vale la pena recordar los objetivos que, anacrónicamente, sigue persiguiendo el libro de texto:
"Desarrollar a los educandos y capacitarlos para la vida práctica, fomentar la conciencia de solidaridad y las virtudes cívicas y, muy principalmente, inculcarles el amor a la patria, alimentado con el conocimiento cabal de los grandes hechos históricos que han dado fundamento a la evolución democrática de nuestro país."(2)
Como vemos, estos objetivos parecen sacados de alguna vitrina en la que se guardan antiguas medallas y viejos diplomas otorgados a personas ya desaparecidas. Y esta es la tuerca que aprieta Jesús Martín-Barbero. No sólo es la insuficiencia del libro como el recurso didáctico básico en la educación, sino el desbordamiento que las tecnologías han venido haciendo desde hace más de 50 años, cuando surgió la televisión comercial mexicana (1950). Dice el autor:
“Pues nos encante o nos de asco, la televisión constituye hoy a la vez el más sofisticado dispositivo de moldeamiento y deformación de los gustos populares y una de las mediaciones históricas más expresivas de la matrices narrativas, gestuales, escenográficas del mundo cultural popular, entendiendo por éste no las tradiciones específicas de un pueblo sino la hibridación de ciertas formas de enunciación, ciertos saberes narrativos, cierto géneros novelescos y dramáticos de las culturas de Occidentes y de las mestizas culturas de nuestros países” (p. 50).
Sin embargo, y Martín-Barbero lo reconoce, el libro no va a desaparecer y mucho menos lo que llama la “primera alfabetización ­–la que abre al mundo la escritura fonética, en lugar de encerrarse sobre la cultura letrada”, para dar paso a una segunda alfabetización “aquella que nos abre a las múltiples escrituras que hoy conforman el mundo del audiovisual y del texto electrónico” (p. 52). En este sentido, la lectura de textos audiovisuales e hipertextuales son condición indispensable “de la vigencia y el futuro de los libros –sólo si los libros nos ayudan a orientarnos en el mundo de las imágenes, el tráfico de las imágenes nos hará sentir la necesidad de leer libros– y parte de un derecho fundamental, el derecho a participar crítica y creativamente en la comunicación ciudadana” (pp. 58-59).
Pese a que soy bibliófilo, debo reconocer las verdades que señala Martín-Barbero. Una muy importante es la exclusión social, política y cultural que ha representado para grandes masas. ¿Preguntémonos cuál ha sido la valoración del México rural sobre los papeles (de ahí la vieja expresión: “papelito habla”), de la alta cultura sobre la cultura popular, de la clase letrada con el libro como objeto de reverencia, sobre la “devoción” por las imágenes del populacho, del México mestizo sobre el México profundo (G. Bonfil Batalla, 1987)?

Reseña 2

MARTIN-BARBERO, Jesús y REY, Germán (Capítulos 2, 3, 4 y 5) en Los Ejercicios del Ver, Gedisa, 1999. (pp. 20-48).

Dicen Martín-Barbero y Rey que hay un malestar, un desorden cultural, evocando el texto de Freud (El malestar en la cultura, 1929). Al des-orden cultural, social, sigue una pesadilla que nos acompaña. No se puede dormir, ni descansar. Los canales de televisión (TV) son una continua transmisión de datos e imágenes. Hay una constante, un flujo que globaliza y comprime, una fragmentación que disloca y descentra: “en ese proceso el protagonismo de las tecnologías –antes llamadas medios– es cada día mayor” (p. 21).
Por lo mismo, se producen situaciones desconcertantes: frente a la opulencia comunicacional está el debilitamiento de lo público y el repliegue hacia lo privado; frente a la existencia de grandes volúmenes de información existe una escuela aferrada a una tradición educativa ya obsoleta; frente a la multiplicación de las imágenes está el empobrecimiento de la experiencia; frente a la proliferación infinita de signos hay un gran déficit simbólico. Así el desorden en la cultural que introduce la experiencia audiovisual “atenta hondamente contra el tipo de representación y de saber en que estuvo basada la autoridad” (p. 23).
En el principio fue el cine el que logró conectar las nuevas experiencias culturales de las nacientes sociedades urbanas. Sin embargo, el cine muy pronto fue domesticado por la industria hollywoodense “que expandió su gramática narrativa y mercantil al mundo entero” (p. 22). Por fortuna, los jóvenes directores europeos de los años sesenta recuperarían el cine para el arte, y éste se distanciaría de la televisión (TV).
Por esos mismos años la TV hacía su entrada a nivel mundial, y como señalan Martín-Barbero y Rey, vendría a desordenar la idea y los límites de la cultura: “sus tajantes separaciones entre realidad y ficción, entre vanguardia y kitsh, entre espacio de ocio y de trabajo” (p. 24). Aquí se inicia lo que el autor llama el “culto al presente” y es tarea de los medios en su conjunto la fabricación de ese presente. Pero también se da, por otra parte, la ausencia de futuro que nos instala en un presente continuo “en una secuencia de acontecimientos que no alcanza a cristalizar en duración”. La TV es hoy día el equivalente de todos “los discursos –información, drama, publicidad, o ciencia, pornografía, datos financieros–, la interpenetrabilidad de todos los géneros y la transformación de lo efímero en clave de producción y en propuesta de goce estético” (p. 26).
Los autores sostienen que es en la TV donde se hace patente la contradicción de la modernidad en América Latina. Si bien la radio, el cine y la prensa han jugado y juegan un papel importante en términos sociales, la primera y el segundo por acompañar el tránsito de las culturas rurales hacia la nueva cultura urbana, y la tercera como espacio de opinión decisiva de los sectores dirigentes. La TV como mediación social está siendo interpelada constantemente por demandas sociales y culturales que la gente le hace a la propia TV. Sin embargo, los autores señalan la “secreta complicidad de entre medios y poder” (p. 29).
Las habitantes de las grandes ciudades latinoamericanas (Buenos Aires, Sao Paulo, Río, Santiago, Santa Fe, México, Tijuana, Ciudad Juárez) han perdido el sentido de pertenencia pues la racionalidad formal y comercial ha ido acabando con “los referentes en que se apoyaba la memoria colectiva”. Por el contrario, muchos de los referentes de la nueva cultura audiovisual por los que las audiencias están mediadas, son comunes a todos ellos pues tienen su base en la cultura planetaria, en la que las culturas nacionales se diluyen y erosionan.
Estas mayorías se están incorporando a la modernidad sin mengua alguna de su cultura oral, experiencia cultural primaria, que viene acompañada de una “oralidad secundaria” aquella que “tejen y organizan las gramáticas tecnoperceptivas de la radio y el cine, del video y la televisión” (p. 34). Además, las nuevas generaciones de sujetos están dotadas de una enorme facilidad para los lenguajes del video y la computadora, esto es “para entrar y manejarse en la complejidad de las redes informáticas” (p. 35). Los jóvenes dan cabida a diversas expresiones, sentires, saberes y relatos.
Pensemos en cómo se han transformado las festividades auténticamente populares y su conexión con los relatos y géneros que desde los medios, como el caso de la virgen de Guadalupe, al que recurre Martín-Barbero. La vasta movilización de personas que se sumen en sus tradiciones más profundas, tiene su correspondiente relato en ambas televisoras las cuales no sólo aspiran a atraer al mayor rating, sino que también rivalizan por el formato y por las “personalidades” que participarán en las “mañanitas guadalupanas”, a la “Emperatriz de América”, la “Virgen Morena”, la “Madre de todos los mexicanos”.
Finalmente, Martín-Barbero y Rey plantean que son la escuela y la familia dos de los ámbitos en los que se ha producido un des-centramiento producido por la TV. Mientras que en esos ámbitos de distingue entre lecturas para niños y adolescentes, es decir, se establecen ciertos criterios de edad para determinados conocimientos, la TV es mucho más democrática y reúne a niños y adultos en programas de todo tipo. De ahí que las buenas conciencias (no sé por qué pienso en Abascal) introduzcan límites morales a otro tipo de limitaciones como pueden ser las tecnológicas y mediáticas.
Lo mismo sucede con la escuela, mientras los profesores y directivos intentan seguir al pie de la letra el currículo, las lecturas, los planes y programas educativos, los niños y adolescentes cada vez se aburren más con un lenguaje que ya no es el centro del discurso y del entorno en el que viven.
La pregunta que dede uno hacerse es la siguiente: ¿cómo podrá la escuela insertarse en los procesos de cambio que hoy vive la sociedad: “desterritorialización/relocalización de las identidades, las hibridaciones de la ciencia y el arte, de las literaturas escritas y las audiovisuales”, etcétera?
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[1] Ver: http://www.conaliteg.gob.mx/
[2] Ver: http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/efemerides/febrero/conme12.htm