viernes, 1 de agosto de 2008

Control de Lectura 9: Reseñas 1 y 2

Violetas-bugambilia

Reseña 1

FUENZALIDA, Valerio, 2005, “Evolución de la relación entre educación y televisión”, “Las expectativas educativo-situacionales de la mujer ama de casa” y “Las formas de realización y las expectativas educativas” (Capítulos 1,2 y 3) en Expectativas educativas de las audiencias televisivas, Editorial Norma. (pp. 9-79).

En el primer capítulo el autor hace un recorrido sobre de la evolución de la televisión abierta en relación con la educación en general, en el ámbito latinoamericano. Es a partir de la década de 1960, en consonancia con los procesos interescolares de enseñanza aprendizaje, que se abre una etapa de televisión pública instruccional. Recordemos que hace su aparición la llamada tecnología educativa de orientación conductista, cuya aplicación en el terreno televisivo se ajustaban a lo que Fuenzalida llama “teleclases formales”. Eran clases grabadas en las aparecía el profesor impartiendo su materia.

En el caso mexicano hasta la fecha existe ese formato en el sistema de Telesecundaria, que se complementa con programas de tipo documental o histórico, y de temas como el reino animal y/o vegetal, la ecología, etc., que tienen una relación directa con el currículo escolar. Esta etapa de la televisión coincide con una crítica feroz por parte de padres, maestros y autoridades educativas, sobre la televisión abierta, la cual, a su manera de ver, operaba en sentido contrario de los contenidos y propósitos de la escuela.

El segundo punto en la evolución de la teleeducación fue la “educación a distancia”, que partía del reconocimiento de la actividad educativa que desborda los límites físicos de la escuela, y está más acorde con la sociedad del conocimiento y de la información. En esta etapa los programas de televisión se acompañan con materiales multimedia (libros, enciclopedias electrónicas, bibliotecas digitales, etcétera), y surgen entidades especializadas en educación a distancia tanto a nivel público como privado. Finalmente se da paso a la creación de canales tecnológicos exclusivos para la teleeducación, vía satélite.

En las postrimerías del siglo XX dio inicio de una nueva etapa gracias a la red mundial. Esta etapa del “salto tecnológico” ha tenido diversas experiencias importantes a lo largo y ancho de América Latina, entre cuyos casos se encuentran países como Costa Rica, Chile, Colombia, México, Argentina y Brasil. El caso más reciente de la relación entre televisión e internet, es la puesta en línea de la primera (la TV) mediante la utilización de la red.

En el segundo capítulo Fuenzalida presenta algunos casos de estudios etnográficos del ama de casa, en su relación con la TV, en donde analiza lo que considera las “Cuatro etapas en el ciclo diario l-v (lunes a viernes)”, a saber: a) Etapa de intenso trabajo en el hogar, b) etapa de descanso postmeridiano, c) etapa de trabajo y atención a hijos, y d) etapa del prime time. Amén de las relaciones de un ser en proceso de extinción, el ama de casa, frente a la televisión, lo que nos muestran estos estudios es el arduo trabajo de las madres (solteras o no). Y aquí es importante señalar el papel de la televisión no sólo como compañía durante la realización de los quehaceres del hogar (repartidos en distintos momentos de la jornada diaria), sino de ayuda para el tratamiento y en algunos casos la solución de ciertos problemas prácticos en el hogar, la receta del día, y aquellos dirigidos a tratar aspectos para la mejor convivencia de la familia.

Como señala Fuenzalida, a estas cuatro etapas que transcurren durante el día, los productores y programadores de la televisión han ido modelando y haciendo una televisión que de alguna manera contribuye a hacer menos complicada la situación que viven las amas de casa, al menos esa es la percepción del autor. Y ello también está en estrecha vinculación con el deterioro de la vida comunitaria y por la pobreza que agobia a grandes grupos sociales en Latinoamérica durante las últimas tres décadas. Fuenzalida señala a la familia como una de las instituciones en Occidente que aún cohesionan a sus integrantes, ya por la figura del padre, pero cada vez más, por la imagen de la madre, particularmente en América Latina que tiene una enorme expulsión de mano de obra a los Estados Unidos y Canadá, a la soltería de muchas madres, a embarazos en la adolescencia, etc. Sin embargo, otros estudios señalan el desmoronamiento de la familia producto de las condiciones adversas para sus miembros (poca escolarización, violencia a su interior, drogadicción, desempleo, etc.).

A las cuatro etapas anteriores en que transcurre la vida cotidiana del ama de casa, la televisión ha poblado las pantallas de contenidos y programas destinados a cubrir esos espacios. Así están los programas matutinos y de servicios, a los que siguen programas familiares, para niños, y la telenovela vespertina; hacia la tarde-noche vienen los programas de entretenimiento familiar y, finalmente, las telenovelas del prime time, y los programas y series para adultos. Fuenzalida sostiene que la telenovela viene a satisfacer la expectativa educativa con el propósito de mejorar la calidad de vida en el hogar, a partir de la exploración de la identidad femenina. La telenovela es y ha sido un género que históricamente ha sido el preferido por los productores, los anunciantes y el público femenino. Por todos es conocido el éxito de las telenovelas mexicanas aún en países como la ex URSS y China, de la Europa central, y por supuesto, en Latinoamérica.

Otro aspecto que destaca Fuenzalida es el de los programas informativos y las técnicas que los comunicadores emplean para la elaboración del contenido o tema del relato. El autor habla de la construcción del “protagonismo” que se maneja en el “reportaje agonal”, como una “técnica formal de la estructura dramática, en donde aparece la actuación de los propios actores que buscan transformar una situación de adversidad” (p. 68). Es cierto, otros comunicadores emplean técnicas sensacionalistas, para hacer más llamativa la información y que eleven el rating del programa. El caso mexicano de “Hechos”, que conduce Javier Alatorre, es una muestra clara de ese tipo de programa noticioso que desde el tono de voz, los encuadres de cámara, el uso de imágenes crudas y de alto impacto, el hecho de autodenominarse “Fuerza informativa Azteca”, son una clara idea del tipo de periodismo televisivo que se transmite por esa televisora.

Sin embargo, existen otros canales que apuestan por contenidos y relatos más allegados a la gente común y que han ido ganando audiencias en el amplio sector de la clase media. Canales como TV España en cable, el Once de México, la Televisión Nacional de Chile, han apostado por realizar una televisión que busca entretener, informar y educar. El Once del IPN, ha logrado en las últimas dos décadas un importante avance en cuanto a la calidad de sus programas y hoy, algunos de ellos son vistos por audiencias importantes en número. Casi no hay ama de casa que no conozca a Paulino Cruz, el chef de El Rincón de los sabores, o a Miguel Conde y sus viajes culinarios por todo el país, en su programa La ruta del sabor. O niños que no conozcan El diván de Valentina. Y por supuesto a uno de los programas más antiguos de la televisión como el Aquí nos toco vivir de Cristina Pacheco, cuyos reportajes están entre lo mejor del trabajo en televisión. La pregunta que puedo plantear es si una tercera cadena de televisión en el país o si el surgimiento de canales independientes podrán hacer una televisión más competitiva, no sólo en el aspecto económico, sino en el del entretenimiento, la información, el deporte (que como sabemos está controlado por el duopolio televisivo), el arte, y particularmente en la educación.

Reseña 2

FUENZALIDA, Valerio, 2002, “Introducción” en Televisión Abierta y Audiencia en América Latina (pp. 9-20), Editorial Norma.

En la introducción a este libro podemos darnos una idea de la vasta experiencia del Valerio Fuenzalida tanto en la realización de investigaciones sobre la recepción de la audiencia televisiva, la producción de programas en una empresa de televisión pública, y su participación en la reforma que modificó a la empresa Televisión Nacional de Chile, en 1992. En esta introducción Fuenzalida se refiere a las tres grandes perspectivas de aproximación a la audiencia, que son:

1ª. La relación sociedad y medios masivos de comunicación desde el ámbito sociopolítico.
2ª. Aquella que se ubica en la gerencia comercial de los canales y su participación en la recolección de información sobre las características de la audiencia y su negociación con los avisadores, y
3ª. Los estudios de la audiencia en la gerencia de programación y producción de canales de televisión, con el propósito de observar la evolución de las propias audiencias.

El autor se centra en esta tercera perspectiva que desarrolla a lo largo de su libro. Podemos decir que la empresa para la cual trabaja es pública (TVN), por lo mismo no tiene finalidad de lucro y en las condiciones actuales de estos medios los directivos deben buscar los mecanismos y las estrategias de sustentación, sin que se conviertan en empresas similares a las televisoras privadas.

Fuenzalida parte del triángulo a los que llama “macroactores”, que son: audiencia-demandas sociales-empresa televisiva, como núcleo de una problemática que mirando de cerca las cosas tiene una serie de similitudes con otras empresas públicas de medios que existen en diversos países de América Latina, que luchan por la subsistencia y jaloneo de los fondos públicos.

Veamos las relaciones que se establecen entre estos macroactores. En primer lugar, Fuenzalida parte de la audiencia como un actor activo frente a la pantalla, por oposición a la audiencia pasiva que hemos visto en otras lecturas (Orozco, 1999, Pérez Tornero, 2000). Un segundo actor, el social, que está en constante demanda del “deber ser” de las empresas de televisión y de la audiencia. Y en tercer lugar, el actor empresarial que tiene a su cargo la empresa.

Para Fuenzalida existen tres leyes que rigen de manera interna esta relación triangular. Estas leyes son: la ley de la gratificación de la audiencia en el consumo privado del hogar; la ley del “deber ser” tanto a la audiencia como a las empresas públicas de TV; y una tercera ley, que le permita al actor-empresario su manutención. Veamos cada una de ellas.

La ley de la gratificación

El crecimiento de canales abiertos, de cable y satelitales, ha segmentado a la audiencia y ésta ha respondido con un consumo selectivo de aquellos programas y contenidos acordes a sus expectativas personales de motivación y gratificación. Aquí entra lo que el propio Fuenzalida señaló en su texto Expectativas educativas de las audiencias televisivas, muchas veces las posibilidades y limitaciones del lenguaje audiovisual van a hacer que la audiencia se acerque o se aleje de los contenidos que tiene frente a la pantalla. Pongamos el caso de los canales 11 y 22 de nuestro país. Mientras que el primero goza de una audiencia preferentemente familiar, de segmentos económicos bajos y medios, el canal 22 difunde programas para una audiencia con mayores niveles educativos y económicos, que tienen preferencia por las expresiones de la llamada alta cultura. En este sentido el 22 es un canal elitario, como señala el autor.

La ley del “deber ser”

Este es un aspecto que igualmente podemos observar en nuestro país. Existe una diversidad de grupos cuya presión sobre el “deber ser” de la audiencia y la estación de televisión, está siempre empujando a una y otro sobre la manera en que deberían conducirse y consumir los programas y contenidos televisivos. Esta es una constante que está presente en todo momento, y que se expresa en lo que la audiencia debería ser y ver, y en lo que las empresas deberían atender y producir. Como señala el autor, muchas veces las presiones vienen de la vida política pública, cuyos actores quieren ponerse por encima de los otros y así introducir, a veces de manera velada, las proclamas y posiciones políticas que están más en el orden de lo propagandístico, pero que sirven a sus propósitos. Otros grupos están conformados por los sectores académicos e intelectuales cuya petición a las empresas de televisión y a la audiencia son difíciles de llevar a cabo, pues representaría en los hechos el fin de algunas de ellas, pues recordemos que son empresas. Si nadie las ve, de qué podrían vivir.

El papel del emisor de TV abierta es, en este caso, muy complejo, pues debe moverse en una cuerda floja y negociar constantemente con los actores señalados, para poder brindar satisfacción a una sociedad cada vez más diferenciada. Como dice Fuenzalida, aquí el problema está en que muchas veces las ideas de los actores que propugnan por un “deber ser” de la empresa y de la audiencia, olvidan que el ingrediente fundamental de la producciones televisivas es el leguaje audiovisual, asunto del que muy poco conocen los grupos que ejercen dicha presión. Finalmente, la fórmula es crear programas atractivos para una audiencia general, más que programas elitistas para públicos reducidos.

Ley de la sustentación

El complejo empresarial-económico-artístico que produce la televisión de carácter público, es altamente institucionalizado. No así la diversidad de los actores en la esfera privada del hogar y en el ámbito de los actores sociales. Ahora podemos decir que sin sustento no hay viabilidad. Y esta ley de la sustentación forma parte también de las nuevas políticas para todas las empresas públicas, incluidas las universidades: se requiere la agencia de recursos para el sostenimiento de la actividad de unas y otras. Por ello no debe perderse de vista el señalamiento que hace Fuenzalida respecto del carácter industrial de la TV: “Lograr la sustentación implica poner en actuación varias capacidades –y crearlas si no están disponibles” (p. 17). Éstas se refieren a:

  • capacidad productiva, con el dominio del lenguaje televisivo: lúdico-afectivo-dramático;
  • capacidad de gestión administrativa;
  • agilidad para saberse mover en un territorio dinámico y cambiante:
  • capacidad de posicionamiento con una idea corporativa;
  • capacidad de constituirse en un actor con peso mediático y social,
  • capacidad de contactar a la audiencia; y
  • capacidad de legitimación social.

La pregunta en este caso, es cuál es la posibilidad de estos tres actores para negociar en un ambiente de equilibrio que permita a las empresas producir programas atractivos y de calidad para una audiencia de tipo general, que los actores sociales se involucren más en el conocimiento de las posibilidades tecnológicas-empresariales-económicas de los emisores, y que las empresas conozcan mejor a su audiencia, a fin de cómo dice Fuenzalida satisfacer a todos y cada uno de los actores.

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