viernes, 25 de enero de 2008

Control de Lectura 5

Crovi Druetta, Delia, 2005, "Educar en la era de las redes. Nuevos medios para enfrentar viejos desafíos", en: Educar en la era de las redes, México, UNAM-FCPyS, (pp. 61-81).

La autora señala que casi al término del siglo XX se dieron a conocer dos documentos por parte de la UNESCO relacionados con la educación: El primero, coordinado por Jacques Delors (La educación encierra un tesoro, 1996) expone los cuatro pilares de la educación del siglo XXI, a saber: aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser. El segundo documento es la “Declaración mundial sobre la educación superior en el siglo XXI: visión y marco de acción prioritaria para el cambio y el desarrollo de la educación superior” (1998).

Respecto del primero, Crovi nos dice que varios de los planteamientos ahí expresados, se reflejaron en los programas educativos de instituciones de América Latina y otros países del mundo.

El segundo documento hace mención de las transformaciones que ha traído consigo la convergencia tecnológica, y que ponen en el centro de los sistemas educativos, de producción, servicios y relaciones sociales, a las redes y los procesos de virtualización, como la base para arribar a la sociedad de la información y el conocimiento. Este proceso es promovido por diversas instituciones de carácter internacional (Banco Mundial, la OCDE, el BID, etc.) que establecen una serie de medidas que deberán implementarse en los países más atrasados, para recibir apoyos financieros de dichos organismos.

En términos generales el documento de la UNESCO señala cuatro ejes para la “nueva educación superior: pertinencia, calidad, administración, financiamiento y cooperación” (p. 65). Se trata, al menos esa es la intención manifiesta, de articular las necesidades de los países y regiones, el mejoramiento de sus instituciones, la cooperación entre éstas y la integración de diferentes sectores que garanticen una educación pertinente y de calidad.

A partir de estos cuatro ejes se despliegan una serie de temas que deben ser analizados a partir de la comunicación educativa. La autora propone cinco ejes que son: “1) La mediatización tecnológica, 2) cambios en los actores del proceso educativo, 3) integración de comunidades virtuales de enseñanza, 4) igualdad y equidad en el acceso, y 5) evaluación de la calidad educativa” (p. 65).

Delia Crovi explica que la influencia de las innovaciones tecnológicas puede analizarse desde dos vertientes: el enfoque crítico, que está haciendo una revisión del concepto de comunicación educativa y que ha hecho aportes fundamentales desde la región latinoamericana, y el enfoque instrumental, que considera que la tecnología es determinante en los procesos educativos, particularmente, en la era de las redes.

La educación apoyada en redes ha traído consigo una nueva visión del profesor. Éste deberá actualizarse y adaptarse al nuevo tipo de educación, pues ahora será evaluado según el manejo que haga de las redes, sus contenidos y la capacidad de enseñar en la virtualidad. Será también un profesor-investigador, actividades que anteriormente se concebían como separadas una de la otra, y apartadas de la realidad institucional y social.

En cuanto a los alumnos, vistos éstos como el centro del proceso de enseñanza aprendizaje, se les pide desenvolverse en una situación de autoaprendizaje y pagar el coste de sus estudios, que se inscribe en la lógica de la privatización de la educación. Como ejemplo podemos ver la explosión de universidades privadas (corporativas, empresariales, etc.) que se han asentado en México, en la última década. Pero también están ahí las universidades públicas que ofrecen una amplia gama de cursos en línea, casi al gusto del cliente, con el propósito de generar recursos.

Si bien la “Declaración mundial sobre educación superior en el siglo XXI” señala la necesidad de lograr un acceso igualitario y equitativo a los sistemas de redes, lo cierto es que los enormes rezagos que hay entre economías desarrolladas y atrasadas, entre países ricos y pobres, hace muy complicado el logro de esos propósitos.

Bruno Olivier (2000) ha puesto un ejemplo impactante: “En el plano internacional la desigualdad tecnológica aumenta cada vez más. Recordemos que mientras California gasta 400 millones de dólares remplazando los computadores de su sistema escolar, en todo el Tchad sólo existen nueve viejos PC. Cuando estos dos países hayan respectivamente doblado, triplicado o centuplicado su material, e incluso si los programas de cooperación centuplican el parque informático tchadiano, la diferencia entre ellos será cada vez mayor”.

La pregunta que podemos hacernos es si las intenciones pueden convertirse en realidades, si los países de las econocías centrales quieren pasar de lo declarativo a las ayudas concretas, si existe el compromiso de las instituciones de aplicar los recursos de forma equitativa y responsable.

domingo, 20 de enero de 2008

El asesinato de un poeta

Control de Lectura 4: Reseña 3

Castells, Manuel, 2003, “2. La cultura de Internet”, en La galaxia Internet, Barcelona, Random House Mondadori, pp. 57-89. DeBolsillo.

En este ensayo de Manuel Castells (2003), nos asomamos a la llegada de las nuevas tribus del norte, como aquella invasión de bárbaros que destruyó Roma, la capital del imperio más poderoso de la antigüedad. Sólo que estas nuevas “tribus tecnológicas” no están destruyendo nada. Afanosas, están sentando los cimientos de la nueva economía mundial que es ya presente y futuro. Como toda tribu, ésta trae consigo una serie de creencias y valores que dan sentido a su manera de comportarse, es decir, tienen su propia cultura.

Según Castells la cultura de Internet se caracteriza por cuatro estratos superpuestos, a saber: “la cultura tecnomeritocrática, la cultura hacker, la cultura comunitaria virtual y la cultura emprendedora” (p. 58). La articulación entre estas cuatro formas de cultura permite entender mejor tanto los inicios como el desarrollo del sistema tecnológico y comunicacional dominante en la actualidad. Cuando el mundo salía de la guerra fría, ya un selecto grupo de jóvenes (en su gran mayoría) se aprestaba a establecer las bases del nuevo sistema tecnológico que daría como resultado la cultura de Internet.

Pero quiénes son y cómo se relacionan estos cuatro estratos de Internet. Veamos uno por uno.

En el inicio de esta cultura están las élites tecnocráticas. Estos adoradores de la tecnología creían fehacientemente en el desarrollo científico y tecnológico “como componente clave del progreso de la humanidad”, lo que los hacía insertarse en la tradición que nos llega desde la Ilustración y la modernidad. En esta cultura el mérito se mide “por el grado de contribución a un sistema tecnológico que proporciona un bien común a la comunidad de descubridores” (p. 60). Y este sistema tecnológico es precisamente la conexión informática en red, esencia de Internet.

El posicionamiento de un grupo no muy numeroso que venía de la tradición académica y de los centros de investigación de punta, serán llamados algún día los “padres” de esta nueva época que se inicia con la cultura de Internet.

Tras el primer grupo, vienen los hackers (tan desprestigiados en los medios, pues se les trata como a una banda de criminales), cuyo papel ha sido central y definitivo en la construcción de Internet: por una parte son los innovadores de la nueva tecnología gracias al trabajo cooperativo y a la libre comunicación, y por la otra, la cultura hacker ha sido fundamental para conectar los conocimientos de la tecnomeritocracia con los proyectos empresariales que han colocado a Internet como punta de lanza en la sociedad. Para Eric Raymond, icono de esta cultura, “existe una comunidad, una cultura compartida de programadores expertos y magos de las redes que se remonta algunas décadas hasta los primeros miniordenadores a tiempo compartido los primeros experimentos de ARPANET” (p. 63).

Parece increíble que en los inicios mismos de este sistema tecnológico hayan surgido espíritus que se convirtieron en campeones de la libertad, la innovación y el disfrute. Y esto tiene su origen en que seguramente sus padres o sus hermanos mayores hayan sido partícipes de los movimientos contraculturales que tuvieron lugar en los años sesenta y parte de los setenta, cuando el rock, por ejemplo, era la música de protesta generalizada de los jóvenes.

En el tercer lugar, está la cultura comunitaria virtual, la de los usuarios de las redes informáticas: fueron ellos quienes desarrollaron y difundieron las nuevas formas y usos de la red: mensajes, listas de correo, chat, juegos, etc. La tribu comunitaria virtual tenía y tiene como campo de encuentro y de batalla la propia red. Un buen ejemplo es el Instituto para la Comunicación Global, que creó las primeras redes ligadas a movimientos sociales y de minorías étnicas, como lo fue el caso del zapatismo. Sin embargo, una característica de estas comunidades virtuales es que son efímeras, cumplen un ciclo y se desdibujan. Pero queda siempre latente la posibilidad (“la conectividad autodirigida”) de crear nuevas redes y nuevas comunidades.

El cuarto estrato cultural es el de los emprendedores. Esta es una palabra central de la economía actual. Como dice Castells “no sería exagerado decir que Internet ha transformado el mundo de la empresa, tanto como este ha transformado Internet” (p. 81).

El caso emblemático de esta cultura son las empresas que crearon el Silicon Valley. Esta nueva manera de generar ideas, de convertirlas en proyectos y de ganar dinero se ha convertido en la palanca de la nueva economía. Para esta tribu “la innovación empresarial y no el capital, constituyen la fuerza motriz de la economía Internet” (Ib.). Y es asombroso que el propio Castells diga que esta es “una cultura en que la cantidad de dinero que se gana y la velocidad a la que se hace, constituyen el valor supremo” (p. 82).

Y los prototipos de esta nueva cultura son Carlos Slim y Bill Gates. Son emprendedores natos, cuyo poder reside precisamente en la cantidad y en la velocidad con que han logrado una cuantiosa fortuna en pocos años. Aquello que lograron grandes consorcios o industrias gigantescas durante generaciones, hoy se ha logrado en décadas por un cerrado grupo de emprendedores.

sábado, 19 de enero de 2008

Control de Lectura 4: Reseña 2

Orozco, Guillermo, 2003, “Desordenamientos educativos en el ecosistema comunicacional”, en Comunicación educativa en la sociedad de la información, Unidad Didáctica, Madrid, UNED, coordinador Roberto Aparici, pp. 97-110.

Los términos “sociedad de la información” o del “conocimiento” intentan explicar los cambios profundos de la época actual, y que tienen una serie de repercusiones en el ámbito de la educación. En este sentido Guillermo Orozco (2003) plantea que “estamos viviendo en una sociedad de la educación”.

El cambio fundamental reside en que hemos pasado de una sociedad con un sistema educativo a una “sociedad educativa”. Ya la escuela ha dejado de ser la institución por excelencia, pues hoy día la educación está en las relaciones sociales mismas. El aspecto central del proceso educativo reside ahora en el aprendizaje, o como dice Orozco, en la “posibilidad tecnológica de aprendizaje”.

El autor enfatiza el papel del aprendizaje ya que éste no está condicionado por la enseñanza. En términos generales, sabemos que los sujetos están en un proceso constante de aprendizaje, y que la enseñanza es una mediación que tiene lugar en la escuela, en cualquiera de sus modalidades.

Lo anterior viene a cambiar la óptica que se tiene sobre el proceso de enseñanza aprendizaje. Orozco señala que en la sociedad educativa “lo esencial no es lo que se puede enseñar, sino lo que se pueda aprender” (p. 99).

Este cambio en los paradigmas educativos trae consigo un cambio fundamental: se está transitando de un modelo centrado en la imitación, la repetición y la memorización propio de la escuela moderna, a modelos enfocados en la experimentación, el descubrimiento y la innovación, más orientados hacia una sociedad del conocimiento.

Es innegable el papel de la educación alfabética pues hizo una aportación significativa para que los procedimientos científicos y saberes se pudieran “objetivar” y ser escritos en libros para su difusión entre los lectores. En este sentido, el libro de texto viene a resumir la idea de la mediación lingüística de la escritura y la mediación mediática del libro. Allí está compendiado el conocimiento que debe ser memorizado, para poder hacer una larga cadena de nombres, fechas, lugares, etc. Su valor residirá en la capacidad memorística que le permita transitar a la elocuencia.

La escuela y las universidades son instituciones educativas “conformadas dentro de un sistema educativo letrado, y sobre todo ilustrado”. Esta educación tradicional hace tiempo que ha entrado en crisis, y han ocurrido una serie de “desordenamientos” en los tipos de aprendizaje.

Las ideas de los pedagogos de principios del siglo XX sobre la formación de “ciudadanos nacionales” que comparten una identidad idónea acorde con ciertos valores, han sido la base del llamado aprendizaje formal que cuenta con espacios y tiempos específicos (la escuela, las universidades, los ciclos escolares, los niveles educativos, etc.).

Una forma de desconcentrar la enseñanza de sus espacios e instituciones es por medio del aprendizaje no formal. El ámbito de lo no formal se sustenta en la posibilidad de un aprendizaje entre individuos y por medio de la complementariedad de instituciones, situaciones y procesos que tienen la capacidad de ofertar alternativas educativas. Este tipo de aprendizaje puede realizarse a través de diferente canales, medios y lenguajes, escritos, orales, audiovisuales, digitales y multimediáticos. Uno de los principales aportes de este aprendizaje es que da cabida “a diferentes racionalidades: cognoscitiva, emocional, sensorial”.

El aprendizaje de tipo informal es el que ha experimentado los cambios más importantes a partir de las posibilidades tecnológicas de los medios actuales. Este tipo de aprendizaje no requiere de ningún tipo de enseñanza, ni tampoco de intencionalidad por parte del que aprende. El individuo puede aprender el cualquier tiempo y espacio, en distintas fuentes y formatos, e incluso, sin la conciencia de que está aprendiendo algo.

Orozco señala que cada medio lleva implícito un cúmulo de posibilidades de “audiovisionar” representaciones y producciones que estimulan diferentes ámbitos del cerebro y los sentidos humanos. Estos estímulos hacen “explotar” la posibilidad de las percepciones sensoriales múltiples. Como dice Orozco: “el criterio parece ser algo así como «si lo veo, lo escucho, lo siento, existe y hasta lo creo»”.

Estos desordenamientos requieren de una nueva manera de entender la pedagogía en el llamado ecosistema comunicacional. Orozco habla de una “pedagogía de la representación” en tanto que el sujeto encuentra su ser y su estar como audiencia múltiple de medios y tecnologías de comunicación.
Y esta pedagogía debe facilitar a los sujetos-audiencia a desarrollar sus destrezas de “de-construcción”.

Para terminar el autor acepta la posibilidad de una refundación de lo educativo. Ya no habla de una alfabetización integral sino de diferentes alfabetizaciones “para poder comunicarse e interaccionar a lo largo y ancho de múltiples lenguajes sobre los que se da de hecho la actual circulación del conocimiento”.

Jodorowsky, sobre la poesía

Control de Lectura 4: Reseña 1

Castells, Manuel, 1999, “La cultura de la virtualidad real: la integración de la comunicación electrónica, el fin de la audiencia de masas y el desarrollo de las redes interactivas”, en La era de la información, México, Siglo XXI, Economía, sociedad y cultura, La sociedad red, vol. I, pp. 359-405.

A partir de la invención del alfabeto en la Grecia preclásica, Castells señala que esa tecnología conceptual fue la que permitió el florecimiento de la filosofía y la ciencia occidentales que, como tal, continúa hasta nuestros días. El lenguaje escrito permitió el surgimiento de “la mente alfabética” que fue un cambio sustancial en la comunicación humana. A la vez se dio un partimiento entre dos tipos de cultura: la escrita, y entre la cultura de los sonidos y las imágenes, que fue relegada al ámbito del arte.

Para Castells ésta última tomó su “revancha histórica” a lo largo del siglo XX, primero con el cine y la radio, y luego con la televisión, que hoy día integran un único sistema: la escritura, lo oral y lo audiovisual, una integración de las modalidades de la comunicación humana. A mediados de los noventa se inicia el surgimiento de un nuevo sistema de comunicación electrónico de carácter global, que integra a todos los medios de comunicación y que prefigura su “interactividad potencial”, como un rasgo exclusivo de este nuevo sistema. A partir de éste, está surgiendo un nuevo tipo de cultura que Castells llama “la cultura de la virtualidad”.

El surgimiento de una nueva galaxia de comunicación tuvo como base a la televisión. La radio, las películas, la prensa y los libros, fueron reestructurados bajo la tutela de la TV. Este sistema es llamado por Castells como un “medio de comunicación de masas”. La televisión marcó el fin de la galaxia Gutenberg, y representó una “ruptura histórica con la mente tipográfica”. Incluso el modelo de comunicación de exposición sistemática con el alfabeto, cambió a un modelo de conversación ocasional con el nuevo medio electrónico. Tocaba ahora a la TV la formulación de un lenguaje de la comunicación social.

Castells se refiere a la contradictoria concepción de la audiencia, que era vista por los intelectuales del cambio social, no como personas activas y participativas, sino como receptores pasivos sujetos de manipulación ideológica. El paso siguiente en la transformación y diferenciación de los medios de comunicación de masas, fue hacia una segmentación, personalización e individualización de las propias audiencias.

A partir de los años ochenta harían su aparición las nuevas tecnologías y, con ellas, su impacto en el mundo de los medios de comunicación. Ahora los diarios podían imprimirse a distancia, el walkman personalizaba la elección musical en un entorno portátil individualizado, la radio se reestructuró con emisoras temáticas, y los equipos de video se convirtieron en una alternativa a la programación televisiva. Recordemos la irrupción de los videoclubes que ofrecían y ofrecen una amplia variedad de películas en formato de video (Beta, VHS) que hoy se han sustituido con el nuevo disco de video digital. Además la gente pudo grabar sus propios videos familiares, relegando a un segundo plano los álbumes de fotos de familia.

Sin embargo, el paso fundamental de la multiplicación de los canales de televisión tuvo lugar con la llegada de la señal por cable y, después, vía satélite. Así florecieron canales independientes, por cable, y la mezcla de las programaciones de las cadenas de televisión. Tan sólo en los años 80 “el número de los canales de televisión por satélite en el mundo aumento de ninguno a 300”, y de los canales independientes (en EU) de 62 a 330 (p. 375). Y ello coincide con la aparición de los gigantes asiáticos (Sony, Yamaha, Panasonic, Samsung, Daewoo, etc.), para la producción de aparatos electrónicos (cámaras, videocaseteras, DVD, equipos de audio, etc.). En América Latina este boom hizo posible que buena parte de la población tuviera acceso a los aparatos televisores.

Esto marcó, según Youichi Ito, el paso de una sociedad de masas a una sociedad segmentada “como resultado de las nuevas tecnologías de la comunicación que se centraban en la información diversificada y especializada” (p. 372). Y fue la televisión la que encabezó esta descentralización, diversificación y personalización. De manera paradójica, la diferencia entre las programaciones de un canal a otro, de una cadena a otra, es que no hay mucha diferencia en su oferta. Pero como dice Castells el hecho de que “todo el mundo no vea la misma cosa en el mismo momento y que cada cultura y grupo social tenga una relación específica con el sistema de medios, constituye una diferencia fundamental frente al antiguo sistema de medios de comunicación estandarizados” (p. 374).

Castells abre un espacio para describir Internet, en los dos países que encabezaron su puesta en marcha: Francia, por medio de MINITEL, y Estados Unidos, a través de ARPANET. Ambas están basadas en el empaquetamiento de todo tipo de mensajes (sonidos, imágenes, datos) que podían ser enviados por medio de la red sin utilizar centros de control. La invención del lenguaje digital y el funcionamiento de la red crearon “las condiciones tecnológicas para la comunicación horizontal y global” (p. 384). A la par del desarrollo de Internet estaban las redes científicas, institucionales y personales, que tenían como fondo al Departamento de Defensa, la National Science Foundation y las principales universidades e institutos de investigación (UCLA, Harvard, MIT, Bell, Xerox, BBN, Rand, etc.). Parece increíble que un pequeño grupo de científicos fueran los pioneros que acabaron por cambiar el mundo. Castells los llama “las primeras tribus electrónicas”.
Según Castells las dos fuentes de la red (el sector militar/científico y la contracultura informática personal) tienen como base común el mundo universitario: “Este origen universitario ha sido y es decisivo para el desarrollo y la difusión de la comunicación electrónica por todo el mundo” (p. 388).

El advenimiento de la computadora no puede ser considerado, según Castells, como un medio general de comunicación. Si bien el ímpetu y la rapidez con el que se expande en el mundo son impresionantes, es también cierto que “excluirá durante largo tiempo a la gran mayoría de la humanidad”, a diferencia de la TV. Para algunos especialistas el uso de la computadora e Internet se reduce a un pequeño número de personas, el segmento culto y con poder adquisitivo, que realmente hace uso del potencial informático de estas nuevas tecnologías. Además su uso se hace básicamente en el trabajo o en situaciones relacionadas con él.

Para terminar, debo decir que este capítulo esta prácticamente inundado de información en la que todo es relevante. En ocasiones pareciera que estamos leyendo una novela de ciencia ficción, pues el autor va conjuntando una serie de elementos en los que nada es fortuito, y nos va mostrando el desarrollo de los procesos sociales y globales que han tenido lugar en las últimas tres décadas. Esta es una de esas lecturas que resultan apasionantes y que merece estudiarse completa. Ya decía Irma que esta era una de sus lectura favoritas, y creo que lo será de todo aquel que esté interesado en la temática que venimos tratando sobre las teorías de los medios de comunicación. No me queda más que celebrar el haberme encontrado con este autor y con esta obra.

jueves, 3 de enero de 2008

Control de Lectura 3: Reseñas 3 y 4

Reseña 3

Una apasionada aventura amorosa con la televisión
Postman, Neil, 1991, “11. La advertencia huxleyana”, en Divertirse hasta morir, Ediciones de la Tempestad, Barcelona, pp. 163-171.

A partir de dos grandes novelas del siglo XX, 1984 de George Orwell (1948), y Un mundo feliz de Aldous Huxley (1932), Postman nos plantea irónicamente la relación que se ha venido gestando entre los estadounidenses y la televisión. Y la llama: “una apasionada aventura amorosa”.

La sociedad orwelliana, controlada por el Gran Hermano (el Big Brother, una ironía más cuando recordamos el reality que lleva ese nombre), es una sociedad sometida tiránicamente. Se trata de un poder impersonal que encarna en el Partido omnipresente y todopoderoso, y que ha creado una policía del pensamiento para la vigilancia y el control, a niveles asfixiantes, de los individuos, particularmente de aquellos que no tienen el comportamiento señalado por el Gran Hermano.

Huxley, por su parte, nos relata la existencia de un mundo feliz que para llegar a él tuvieron que suprimirse, paradójicamente, muchas de las conquistas de la civilización: la familia, la filosofía, el arte, la literatura, la religión, etc. En ambas novelas los individuos han terminado por aceptar de manera complaciente el modo de vida que suprime cualquier propósito de cambiar el estado de cosas.

Neil Postman recurre a la lógica del absurdo para destacar esa relación entre el pueblo y la televisión. Todo se ha convertido en un espectáculo, la diversión a carcajadas es el objetivo inmediato y final de los programas. Resulta muy puntual el hecho de que ciertos programas de la televisión de los EE.UU. tengan como telón de fondo las risas, incluso aquellas que ríen con los chistes más malos y bobos.

En su divertida exposición, Postman recurre a los sinsentidos que en ocasiones son dichos con toda propiedad y con la certeza de estar diciendo algo cierto, a la manera de Gruocho o de Cantinflas. El ejemplo de la señora Babcock es para reírse a carcajadas, pues tiene la creencia de que la mejor manera para dejar de ver televisión, es viendo televisión.

Hay un aspecto muy importante que en las investigaciones estadounidenses se deja de lado en aras de la cuantificación, y que pondera el autor: la ideología. Dice que “Desconocer que una tecnología viene bien equipada con un programa de cambio social, insistir en que una tecnología es neutral, asumir que una tecnología es siempre amiga de la cultura es, en este momento, una insensatez pura y simple” (p. 165).

Vale la pena señalar la coincidencia entre las palabras de Postman y las ideas de Sartori respecto a los medios de la comunicación lingüística y la televisión. Para el primero, la introducción del alfabeto, de la lectura, de la imprenta, produce cambios en los hábitos cognitivos, en las nociones de comunidad, arte, historia, en las configuraciones de los signos y los símbolos de una cultura en particular. Para el segundo, la ruptura entre los instrumentos de la palabra y la televisión, ha traído consigo la “cultura de la incultura”.

Y en el mismo sentido Postman se hace una serie de preguntas sobre la tan ensalzada información: ¿qué es la información?, ¿qué significa la sociedad de la información? Y muchas más que, dice, tal vez sean el medio por el que los estadounidenses comiencen a replicarle al televisor”.

Postman se hace la pregunta de cómo podemos tomar conciencia de los efectos de la información, y se responde de dos maneras: la primera, como una tontería, dice que se deberían producir programas televisivos a la manera de los corrosivos Monty Python, “pues la idea sería la de provocar una carcajada por todo el país acerca del control de la televisión sobre el discurso público” (p. 169). La segunda respuesta, marcada por la desesperación, consiste en la de “apoyarse en el único medio masivo de comunicación que, en teoría, es capaz de enfrentarse con el problema: nuestras escuelas” (p. 169-170). Y en lo personal me parece muy sensata su respuesta. Dónde si no en la escuela pueden abrirse los espacios para la discusión, la reflexión y la búsqueda de soluciones. Pero el retraso que hay en las propias escuelas es lamentable, incluso, para examinar el papel de la cultura escrita, impresa.

La escuela debe plantearse la pregunta de cómo los jóvenes pueden usar la televisión, el teléfono, la computadora, etc. Pero la pregunta radical es cómo se puede utilizar la educación para controlar la televisión y los demás instrumentos tecnológicos. El trecho que nos lleve a la formulación de estas preguntas, debe tomar en cuenta que en la cultura se producen cambios muy lentos, como lo fue el paso de lo oral a lo escrito y de éste a la imagen.

Reseña 4

Orozco, Guillermo, 1996, “Televidencias y mediaciones. La construcción de estrategias por la audiencia”, capítulo 5, en Televisión y audiencias, un enfoque cualitativo, Madrid, Ediciones de la Torre, Proyecto Didáctico Quirón, Nº 45, pp. 79-94.

A fines de los años ochenta, con el surgimiento de un nuevo enfoque sobre los procesos de recepción de los mensajes de los medios de comunicación, se inició el interés académico por “resolver el componente más importante, temido y desconocido del fenómeno de la televidencia: las audiencias” (p. 79).

La interpretación anterior a esos años consideró siempre dos cosas: primera, la preeminencia del emisor y del medio en sí, y segunda, la consideración del receptor como sujeto amorfo y pasivo.

El arribo conceptual de las audiencias como “ente colectivo y activo”, dio inicio a una serie de investigaciones que han cambiado la orientación de la investigación en comunicación, de manera particular en “la comprensión de la televidencia dentro de la tradición de estudios críticos de audiencia” (p. 80).

Los estudios del autor sobre esta veta de investigación tienen como base “la teoría de la estructuración de Giddens (1948), la teorización de la mediación cultural de Martín-Barbero (1986) y mi propia conceptualización de la recepción y las mediaciones en su proceso a partir de mi trabajo empírico con teleaudiencias (Orozco, 1992)”.

Un concepto fundamental en los trabajos de Orozco es, precisamente, el de televidencias. En un primer acercamiento este término se asociaba con la “duración” temporal del proceso de ver televisión, y se reducía al momento en que el individuo encendía y apagaba el televisor. Desde esta perspectiva se enfatizaba únicamente, la exposición ante la TV. Con el estudio de Morley (The Nation Wide Audience, 1980), se introducía el término negociación, que había entre los significados dominantes de la TV y las audiencias. Por último, el concepto de polisemia (Fiske, 1981), centraba su atención en la calidad de los textos televisivos.

Un segundo término apreciado por Orozco es el de mediación, elaborado por Martín-Barbero (1987), que debe entenderse como “esa instancia cultural ‘desde donde’ el público de los medios produce y se apropia del significado y del sentido del proceso comunicativo” (p. 83).

En el campo de la televidencia Orozco propone que el concepto de mediación sea entendido como un “proceso estructurante que configura y reconfigura tanto la interacción de los miembros de la audiencia con la TV como la creación por ellos del sentido de esa interacción” (p. 84).

Es importante señalar las fuentes de la mediación en un abanico muy amplio que va desde la edad y el género de los individuos, hasta la cultura, la política y las instituciones sociales. Orozco aclara que la mediación es algo que se infiere, más que sea un objeto observable, de ahí su complejidad. El autor considera que son cuatro las mediaciones fundamentales: la mediación individual, la situacional, la institucional y la videotecnológica.

La mediación individual parte de la mediación cognoscitiva, que se refiere a la mediación por la cual el sujeto conoce. Esta primera mediación individual viene acompañada por las mediaciones de género/sexo del individuo, por la edad, la etnia a la que pertenece, y que deben ser consideradas dentro de medios culturales concretos.

La mediación situacional hace referencia a los espacios situacionales tales como el hogar, y dentro de él las características de los escenarios en los cuales interaccionan los miembros de la familia con el televisor: la sala, el comedor, la sala de estar, los dormitorios. Pero también deben considerarse otros escenarios como la calle, las reuniones de amigos, el centro de trabajo, la escuela y otros.

La mediación institucional es un ámbito que está entremezclado en distintos espacios y niveles, en los que las relaciones de poder y las reglas establecidas son fundamentales en la interacción de las audiencias y la socialización de los individuos. No es lo mismo una discoteca, que un centro deportivo, o que una delegación política o policíaca. Por ello, “las instituciones se distinguen entre sí por las diferencias en su acumulación del poder, autoridad, recursos y mecanismos de mediación” (p. 89).

La mediación tecnológica, por último, es una característica fundamental de la televisión. El alto grado de verosimilitud que encarna la TV como medio electrónico audiovisual refuerza la eficacia de su mediación. También lo es en términos de su poder de representación y de los llamados géneros televisivos que permiten una ubicación concreta del medio respecto de su audiencia.

Como comentario al margen quiero decir que este texto me pareció esclarecedor en muchos sentidos, sin embargo, me parece complejo en otros. Es, por supuesto, el esfuerzo de teorización de fenómenos concretos en el ámbito comunicativo, a partir de un paradigma que está en plena formación y desarrollo.

Colección de Juguetes de Pablo Neruda

Control de Lectura 3: Reseñas 1 y 2

Reseña 1

Orozco, Guillermo, 2001, “Audiencias, televidencias y mediaciones: un reconocimiento preliminar”, en Televisión, Audiencias y Educación, Editorial Norma, capítulo 1, pp. 19-37.

Guillermo Orozco (2001) hace en este capítulo de su libro Televisión, Audiencias y Educación, un primer acercamiento a tres conceptos claves en sus estudios, a saber: las mediaciones, la televisión y las audiencias.

Para el autor la televisión está presente, en algunas de sus modalidades, en prácticamente todos los hogares de América Latina. Y debemos reconocer que la televisión, al menos en el caso mexicano, ha sido producto de “decisiones políticas y económicas específicas” (p. 20). Por ello, se plantea una pregunta que trata de responder a lo largo de su libro: “¿Cómo asumir la televisión que se nos ofrece y tenemos, de manera inteligente, productiva, crítica e independiente, que posibilite la diversión, la educación, la información y el desarrollo deseable de sus audiencias?”

En un primer acercamiento debemos reconocer que “una de sus experiencias más ‘vitales’ y definitorias de los sujetos sociales contemporáneos… son justamente sus televidencias” (p. 21), a las que debemos agregar el conjunto de interacciones que se producen por medio de “escuchas, lecturas, cinevidencias, escenovidencias y navegaciones ciberinformáticas” (Ibíd.). Y esto lleva al autor a hacerse otra pregunta clave: “¿cómo hacer del intercambio de subjetividades y emociones, más que de nociones y racionalidades puestas en juego, un espacio propicio para el develamiento de la televisión y de los propios sujetos audiencia frente a ella, de tal manera que esa experiencia resulte emancipatoria y contribuyente a sus aprendizajes permanentes?” (ib.).

Las audiencias

Este término que proviene del latín audientia, expresa de manera genérica tanto la acción de “recibir y emitir información”, como el lugar para “exponer y escuchar los argumentos de todas las partes involucradas” (p. 22). Su sinonimia con el término “público”, entendido éste como el conjunto de espectadores, también llamado auditorio, ha quedado reducido a la simple acción de recibir.

Guillermo Orozco y otros investigadores latinoamericanos del fenómeno de la comunicación y de los medios masivos, han optado por analizar el fenómeno de la recepción desde la audiencia misma. Una reflexión de este ser audiencia que cada vez más define a los sujetos no tanto por criterios como la edad, el género y otros, como por su inmersión en una “espiral de mediaciones” que rompe con la fronteras convencionales y enfatiza “el juego de subjetividades, de modos de percepción y reconocimiento, ubicados en el ámbito de los simbólico” (p. 24).

La definición que propone Orozco (p. 23) considera que la audiencia es el conjunto de los sujetos sociales, de carne y hueso, activos e interactivos, si bien segmentados, que traban una relación por medio de referentes mediáticos, y esto es lo que los hace entrar en contacto, unos con otros. El proceso de la comunicación no puede seguirse entendiendo como la emisión-recepción, donde el emisor y los medios son el elemento jerárquico, dominante, respecto del elemento receptor.

Dado que la mediación fundamental entre los sujetos contemporáneos proviene del medio televisivo, Orozco llama “televidencia” a “la definición compleja de recepción, pero en referencia solamente a la televisión” (p. 23). La mediación, por tanto, debe ser entendida como un “proceso estructurante que configura y orienta la interacción de las audiencias y cuyo resultado es el otorgamiento de sentido por parte de éstas a los referentes mediáticos con los que interactúa” (p. 23).

Este complejo proceso de televidencias puede ser mejor entendido a través de las cuatro dimensiones de la televisión, a saber: “Lingüística, mediática, técnica e institucional” (p. 27).

La primera se refiere al lenguaje y a la gramática de la televisión. Como lenguaje la televisión es un compuesto de audio-video, en movimiento, que va acompañado de otros lenguajes como la música, la escritura y el lenguaje verbal. Se rige por la lógica del relato (la narración, la manera de contar) y se expresa mediante “la yuxtaposición, el collage, el mosaico” (p.28), por sobre el discurso lineal. El lenguaje televisivo se orienta más a connotar, a sugerir, a asociar, que a significar.

La mediacidad televisiva nos habla de las audiencias cuya interacción se realiza en formatos y géneros propios de la televisión. Esta interacción e intercambio tiene lugar en un flujo de relatos, que aparentan no tener fin. La oferta televisiva está empaquetada en “tipos definidos de programación” (p. 30), como pueden ser: barras, horarios, series, canales, que atienden a “las lógicas mercantiles y necesidades de segmentación de nichos de audiencia” (ibid.).

La dimensión técnica de la televisión en la actualidad trae consigo una manera de apropiarse de ciertas opciones que influyen en la televidencia del sujeto: sonido, contraste, cambio de canal; además es posible hacer uso del aparato para diversos fines: televisión, monitor, pantalla de videojuegos. Un aspecto importante de la videotecnología lo es su enorme “capacidad de representación” (p. 33), ese simulacro de la realidad.

La dimensión institucional de la televisión se ha formado, al menos en Latinoamérica, en un complicado maridaje entre el poder y la televisión. El caso de México es ilustrativo en la región. El PRI, partido en el poder durante décadas, tuvo una estrecha relación con la empresa Televisa, y televisión Azteca, surgió al amparo de una decisión presidencial. En apariencia la autonomía de las televisoras frente al poder, es realmente motivo de negociaciones entre los grupos de concesionarios y aquellos que detentan el poder político y económico. La llamada ley Televisa es una muestra clara.

La hegemonía conquistada por las empresas de televisión respecto de las audiencias, tiene como sustento las complicidades de las propias televidencias, pues como señala Orozco “si los sujetos-audiencia como tales no nacieron, se fueron haciendo, pueden ser de otra manera. Su educación como audiencias enfrenta, sobre todo, el reto de su hechura, de su constitución alternativa” (p. 37).

Reseña 2

SARTORI, Giovanni, 1998, “La Primacía de la Imagen” en Homo Videns, la Sociedad Teledirigida, Taurus, (pp.23-40).

Giovanni Sartori (1998) hace un estupendo resumen de los antecedentes del lenguaje humano, cuya ruptura tiene lugar hacia 1950, con la irrupción de la televisión en el mundo. En esta reseña trataremos de señalar los aspectos más sobresalientes de sus ideas.

Fue Ernst Cassirer (1948) quien desde una óptica simbólico-lingüística, se refirió al ser humano como a un “animal simbólico”, y con ello acota una de las diferencias más notables entre los animales superiores: el lenguaje, la capacidad de crear símbolos que dan sentido a la vida concreta de los hombres. Esa capacidad que se materializa en la articulación de sonidos y de signos provistos de significado.

Pero el lenguaje “no es sólo un instrumento del comunicar, sino también del pensar”. Walter Benjamín, en un ensayo de 1916 (“Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres”), ya señalaba que “la realidad del lenguaje no se extiende sólo a todos los campos de expresión espiritual del hombre ­–a quien en un sentido u otro pertenece siempre una lengua– sino a todo sin excepción” (1971, p. 145).

Un rasgo típico de las civilizaciones es la invención del lenguaje escrito, si bien éste era privilegio de unos cuantos. Es con la imprenta (1452) con la que se da un “salto tecnológico”, dice Sartori (p. 25). Con ella tiene lugar la transmisión escrita de la cultura a públicos cada vez más amplios.

Ya en siglo XIX aparecen nuevos medios (el telégrafo y el teléfono, que son los que inauguran una nueva etapa de la comunicación humana: las comunicaciones a distancia dotadas de inmediatez). Con la radio se instaura, a principios del siglo XX, el primer medio de difusión a gran escala. Así vemos que junto con los libros y los periódicos, el telégrafo, el teléfono y la radio, son medios que tienen como sustrato de sus comunicaciones a la palabra, como sonido y como signo lingüístico.

La llegada del televisor y de la televisión, irrumpe en este largo devenir del lenguaje basado en los sistemas lingüísticos, para instaurar a la imagen que puede “verse” a distancia, o para plantearlo de otra manera, el hecho de llevar “ante los ojos de espectadores cosas que se pueden ver en cualquier sitio, desde cualquier lugar y distancia” (p. 26). Ello conlleva la consideración de que, en adelante, el hombre será más un “animal vidente que un animal simbólico” (ibídem.). Se entra de lleno en una sociedad en la que las imágenes adquieren supremacía sobre las palabras.

El avance tecnológico que se inicia con la revolución industrial trajo consigo una desconfianza hacia las máquinas, pues éstas venían, en los hechos, a sustituir al hombre. Por el contrario, los nuevos medios de comunicación han sido vistos no como máquinas hostiles sino como inventos que favorecen la “difusión de información, ideas y cultura” (p. 30). El reparo social hacia estos medios no ha estado en relación con el medio en sí, como con los contenidos que difunde.

Bien sabemos que dentro de la cultura escrita los libros han sido objeto de censura, de destrucción, pues el contenido del que son portadores atentaba, según los propios censores, contra el orden establecido. Recordemos que el inicio de los estudios de las comunicaciones de masas en los Estados Unidos, éstos están relacionados con los contenidos y los efectos de los periódicos y del cine. Por lo cual, dice Sartori, no debemos confundir “nunca el instrumento con sus mensajes, los medios de comunicación con los contenidos que comunican” (pp. 30-31).

La sucesión de medios en los dos últimos siglos ha creado diferentes maneras de usar y consumir los contenidos que aquellos difunden, que están dadas por la naturaleza de cada medio. Si comparamos el teléfono y la radio con la televisión, salta inmediatamente que la manera de percibir unos y el otro, son de naturaleza distinta. El teléfono ponía en contacto a dos personas en el acto de hablar y escuchar. La radio, por su parte, venía a ser el primer medio de difusión de la palabra a gran escala, entre un emisor y un público numeroso. En el caso de la televisión, que permite ver lo que se difunde a través de la pantalla, la oralidad se mantiene, si bien en un segundo plano, como refuerzo y comentario de las imágenes que vemos.
Sartori hace una serie de comparaciones sobre las características de los sistemas lingüísticos y la imagen, que vienen a aclarar algunas imprecisiones respecto a estos dos elementos que hoy forman parte fundamental del entorno cultural humano. En lo que toca a la imagen señala que su “pura y simple reproducción visual” (p. 35), se nos da como un hecho, se ve.

La relación de la imagen con la televisión es, pues, fundamental. Para Sartori la televisión es más que nada una sustitución, “una permutación, una metamorfosis que revierte en la naturaleza del homo sapiens” (ibidem.). En este sentido, y desde el enfoque antropológico y sociológico, la televisión ha creado un nuevo tipo de hombre, el que Sartori llama desde el título de su libro: homo videns. Si en la Biblia se destaca el papel del verbo, de la palabra, con la televisión debemos decir, ahora, “en el principio fue la imagen”.

Para los niños nacidos bajo la irrupción de la televisión, que han dejado de usar el medio simbólico de la palabra y con ella de su lectura, como referente de racionalidad, de precisión, los niños de hoy que luego serán jóvenes y adultos, no tendrán un crecimiento y una maduración, sino un empobrecimiento desde el punto de vista cultural, de una “cultura de la incultura” (p. 39).

martes, 1 de enero de 2008

La casa de Neruda en Isla Negra

Control de Lectura 002: Reseñas 1 y 2

Reseña 1

OROZCO, Guillermo. (1996), "La audiencia frente a la televisión y la televisión frente a la audiencia" (Capítulo 2). En Televisión y Audiencias, un enfoque cualitativo, Madrid, Ediciones de la Torre/UIA, (pp. 31-47).

Es a partir de la segunda mitad de la década de los ochenta que surge el interés por investigar la interacción entre los componentes del fenómeno de la televidencia, entendido por Jensen (1987) y Orozco (1991) como el “Enfoque Integral de la Audiencia”, que recogía elementos de los modelos de “Efectos de los Medios”, de “Usos y Gratificaciones”, y en el ámbito latinoamericano, de la corriente del “Uso Social de los Medios” (Martín-Barbero, 1986; González, 1987).

En este capítulo Orozco (1996) realiza una exploración conceptual de lo que llama “el largo, complejo y muchas veces contradictorio proceso de ver televisión (TV)” (p. 32.), a partir de elementos y relaciones en el terreno de las múltiples mediaciones.

Un concepto central en Orozco es el de audiencia, entendida ésta como sujeto, no como objeto, que está condicionado de manera individual y colectivamente. Él asume que la audiencia se hace, se va conformando, merced a las “batallas televisivas” que buscan la conquista de las audiencias.

Para entender mejor el concepto de audiencia, el autor caracteriza a la TV como “un medio técnico de producción y transmisión de información, y una institución social” (p. 33), y esta dualidad es la que se asume como un todo en su interacción con la audiencia. Pero vayamos al fondo.

Si algo caracteriza al medio televisivo es su enorme poder de representación, y por consiguiente, de sustitución y reproducción de la realidad. Por ello, su lenguaje es fundamentalmente denotativo (vs. connotativo), lo que le otorga un alto grado de verosimilitud “ante los propios ojos” del sujeto audiencia. Y cuenta además con otros recursos de legitimación como la “producción” de noticias y la “apelación emotiva” (p. 34). La TV como institución social coexiste en un entorno cultural más amplio con otras instituciones como la familia, la escuela, las organizaciones sociales y políticas, etcétera, con las cuales establece una relación de competencia para hacer valer sus significaciones ante las audiencias.

En su relación con el medio, la audiencia realiza diversas interacciones que implican procesos mentales como la atención, la comprensión, la selección, y la valoración de lo percibido, y en dicho procesamiento realiza, finalmente, la apropiación y la producción de sentido (Orozco, 1989), que forman parte de un proceso sociocultural. En esta actividad de la audiencia tienen lugar múltiples mediaciones. Y la primera de ellas es la que ocurre, como ya dijimos, en la mente de los sujetos, pues es de tipo cognoscitivo.

Esta mediación es llamada desde la perspectiva integral de la recepción como “guión”, es decir, “como una representación mental ordenada de una secuencia de eventos dirigida a la obtención de una o varias metas” (Durkin, 1985). Esta actuación o agencia de los sujetos involucra la conciencia de éstos, por lo que va más allá de una simple conducta, de una reacción.

Una segunda mediación importante es la que Orozco denomina como situacional, ya que la TV tiene la posibilidad tecnológica e institucional de “crear” situaciones inexistentes que pueden ser apropiadas por la audiencia. Pero esta mediación contempla también la capacidad del sujeto de realizar otro tipo de actividad (física o mental) mientras está frente a la TV. No es lo mismo ver TV solo que acompañado. Y esto es fácil de observar en niños y adultos, con amigos o en familia, viendo una telenovela, una película o un partido de futbol. Lo mismo sucede con el espacio físico donde se lleva a cabo la televidencia: puede ser una cantina, una pantalla pública, en un centro de trabajo, etc., lo que constituye, dice Orozco, un reto constante a la televidencia (p. 39).

Una cosa distinta pasa con el aspecto temporal. La interacción audiencia-TV no se reduce al tiempo de televidencia, sino que comienza antes de encender el televisor y tampoco termina una vez que está apagado. Y en esto radica el carácter individualizado del sujeto frente al televisor, pero cuyo significado es completamente social y está sujeto a una serie de mediaciones de carácter institucional, como la familia, la escuela, etc.

En el proceso de interacción de la audiencia con algún programa de TV, entran en jugo una serie de referentes que se constituyen en mediaciones. Estos referentes son el género, la etnia, la edad, y el origen social o geográfico, que permiten identificar las características del sujeto audiencia.

Un aspecto que Orozco destaca es la posibilidad de intervenir y transformar, y a fin de cuentas democratizar la TV y la cultura. Y como recapitulación señala tres premisas básicas: primera, la recepción es interacción; segunda, esa interacción está mediada, y tercera, dicha interacción no está circunscrita al momento de ver TV. Lo importante es que a partir de estas premisas puedan formularse estrategias de intervención o “educación para la televidencia” (p. 44), tomando en cuenta las mediaciones de referencia, la mediación familiar y escolar, y los guiones y sus significaciones.

Quiero terminar esta reseña señalando el esfuerzo que me ha costado realizar no una, sino varias lecturas atentas de este capítulo. Como lo advierte el propio Guillermo Orozco, se trata de “reconocer las coordenadas dentro de las cuales propongo comprender la investigación de la televidencia y realizar la educación de la audiencia” (p. 37). Y por ello el capítulo termina con el apartado respecto de la Emancipación de la audiencia, pues no tendría sentido la investigación en sí misma, sino como un medio de recuperación de los espacios públicos, actualmente en proceso de privatización acelerada (ver Herbert I. Schiller, 1993), y de educación de las audiencias.

Reseña 2

OROZCO, Guillermo (2001) Televidencias y Mediaciones (Capítulo 2). En Televisión, Audiencias y Educación, Bogotá, Editorial Norma, (pp. 39-62).

Un sin fin de actividades de carácter individual ejerce mediaciones significativas que siempre se encuentran situadas y contextuadas. En este sentido Orozco habla de micro y macro mediaciones. Veamos cada una de ellas.

Los sujetos audiencias en tanto sujetos particulares son producto de una diversidad de relaciones, desarrollos, trayectorias, aprendizajes, apropiaciones, que están ligadas con el nivel educativo, la madurez emocional, su estatus laboral y profesional, su sensibilidad, y que proporcionan a cada individuo una manera de ejercer las mediaciones y sus televidencias. A esa relación del sujeto con una determinada manera de realizar su televidencia, Orozco las llama “estrategias televisivas”, y son las que conforman las “comunidades de apropiación e interpretación” de los referentes televisivos.

Por muy específica e individual que pueda ser esta televidencia, ésta se halla configurada de manera cultural. Es decir, finalmente los sujetos se encuentran adscritos a una comunidad más amplia o corresponden a “repertorios culturales” que son comunes a ciertos grupos y sectores sociales. Orozco habla de “guiones mentales” para referirse, incluso, a aquellas situaciones que aparentan ser naturales, como el encuentro entre dos personas, la manera de hablar, de saludarse, los gestos que hacen, pues señala que provienen de una esfera mayor que la individual. Y en ello interviene también aspectos como la zona geográfica, el devenir histórico, y son portadores de reglas y normas que varían de una cultura a otra.

Orozco llama al tipo de televidencia que los sujetos realizan frente al televisor de manera directa y primaria, como televidencia del primer orden, susceptible de mediaciones situacionales. Es por ello que los criterios de segmentación de las audiencias permiten identificar la clase, la etnia, el género, la procedencia geográfica, el nivel educativo y de ingreso, de los sujetos. Sin embargo puede no ser una identificación definitiva, pues existen una serie de entrecruzamientos, de cortes transversales, que es posible encontrar afinidades entre segmentos distintos pero que han tenido los mismos referentes televisivos.

Existen múltiples ejemplos a nivel internacional de series o de noticiarios que han tenido resultados parecidos en audiencias de contextos diferentes. En el caso mexicano se sabe del impacto que han tenido las telenovelas de Televisa en las audiencias de América Latina, y en algunos casos, en la ex Unión Soviética y China.

El autor señala que existen otro tipo de televidencias: las de segundo y tercer orden. Si bien no están directamente relacionadas con el televisor como tal, son las que anteceden y suceden al acto visual y auditivo del sujeto con la pantalla, y no por ello tienen menor importancia, pues son producto de algún tipo de contacto con los referentes televisivos. Alguien pudo no haber visto el partido de ayer, pero al entrar en contacto con los compañeros del centro de trabajo se apropia de las televidencias ajenas y hace uso de ellas en otros contextos.

Dice Orozco que “Más allá de la pantalla los sujetos audiencias re-producen, renegocian y recrean al tiempo que reviven los referentes televisivos” (p. 45). Y esto es crucial en el campo educativo ya que permiten una intervención pedagógica “a priori y a posteriori” del contacto directo.

En tanto que el proceso de televidencia es un proceso multimediado hay otras mediaciones que ocurren en escenarios indirectos y que Orozco denomina macromediaciones. Estas son las mediaciones de identidad, de percepción y de institucionalidad. Las primeras son aquellas que se reconstituyen a partir de lo audiovisual-mediático, y por tanto tienen diversas maneras de manifestarse en las identidades de los sujetos. Son identidades amalgamadoras, profundas, que afloran de distintas maneras en las interacciones con las televidencias.

Otro tipo de mediaciones son las que tienen lugar vía la percepción en tanto actividad frente a los referentes televisivos. Orozco señala como un hecho constatado la percepción que tienen las audiencias femeninas respecto de las telenovelas como educativas, de México a la Argentina. Si bien estos referentes no han sido producidos con esa intención, ha habido casos en que las madres recomiendan a las hijas el visionar cierta telenovela ya que pueden aprender cosas importantes de ella, para su vida. Algo similar expresan los maestros respecto de los niños, pues reconocen la mediación de la televisión en el aprendizaje de éstos.

Las mediaciones institucionales experimentan transformaciones sin precedentes en el marco de las fusiones de empresas televisivas locales, nacionales e internacionales, cuya meta es la máxima ganancia y rentabilidad. Orozco nos dice que los medios “Son lenguajes, metáforas, dispositivos tecnológicos, escenarios donde se genera, se gana o se pierde el poder” (1997). Y para constatar esta última afirmación podemos traer a colación los casos de René Bejarano y Arturo Montiel. Son muestra contundente de cómo se puede ganar o perder el poder desde los medios. Bastó filtrar al programa de Víctor Trujillo la información –el video de Bejarano y los movimientos financieros de la familia Montiel– para que en cuestión de días el primero terminara en el reclusorio y el segundo renunciara a su registro como aspirante a la candidatura presidencial del PRI. Pero lo más significativo de estos hechos fue el deterioro político, y por tanto, la pérdida de poder y el descrédito que ambos personajes resintieron luego de ser exhibidos y mostrados ante el público.

Para las instituciones mediadoras lo político “se vuelve cada vez más televisivo y viceversa”. Esta espectacularización de lo político se ha convertido en un gancho para atraer la atención de las audiencias. Hoy es más importante para las audiencias conocer las vidas íntimas, los chismes, las debilidades de los candidatos, que los proyectos o los programas políticos que cada uno de ellos enarbola. Pensemos en Fox y sus dislates, las pretensiones políticas de la señora Marta, las canciones que entona Hugo Chávez, o la embriaguez de Sarkozy.

La institución familiar ha experimentado también cambios notorios. Según Orozco “el despoblamiento hogareños propiciado por la entrada de la mujer al mundo laboral se constituye en mediación” (p. 57). A la par, el conflicto ha llegado al hogar. Si antes el control estaba en manos de los padres, hoy día la televisión ha usurpado y trasgredido el principio de autoridad, y pone en el centro del hogar aquellos temas que las familias antes ocultaban o diferían para otros momentos y espacios.

Y algo similar acontece con movimientos sociales, grupos indigenistas, ambientalistas, organizaciones políticas, religiosas o ideológicas, que en tanto “institucionalidades” son fuentes de mediación para ciertos segmentos de audiencias.

Este es largo y complicado proceso mediático-comunicacional que tiene su origen en la televidencia. Estos juegos de mediación permiten apreciar el “desde dónde” los sujetos audiencia le otorgan sus sentidos. Lo mismo los niños que los adultos, los hombres que las mujeres, personas de una u otra clase, en esta larga cadena de mediaciones mediadas.